Foto I Freepik I LA PATRIA  La Escuela Colombiana de Rehabilitación (ECR) dice que la celaduría o los trabajos nocturnos, tan silenciosos como necesarios, conllevan un costo que puede pasar desapercibido.

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La Escuela Colombiana de Rehabilitación (ECR) dice que la celaduría o los trabajos nocturnos, tan silenciosos como necesarios, conllevan un costo que puede pasar desapercibido.

 

 

 

LA PATRIA publicó un especial, en www.lapatria.com y en sus páginas impresas el 25 y 26 de agosto del 2025, sobre ¿quiénes cuidan los colegios públicos en los municipios de Caldas? (diferentes de Manizales).

En los textos se dejó claro que solo 136 de las 984 sedes educativas cuentan con vigilanciaa privada, la cual es contratada por la Secretaría de Educación departamental.

Las notas periodísticas incluyeron los esfuerzos de las autoridades por conseguir más recursos para tratar de manetner el servicio en los colegios. También se destacaron historias de celadores, de escuelas que gracias a sus comunidades se han conservado, y otras que han quedaod en el abandono. Ver las crónicas, más abajo, en Noticias relacionadas. 

Para esta ocasión, traemos un artículo acerca del impacto en la salud de los vigilantes que trasnochan, visión que a la larga puede resultar últil para quienes en diversas actividades también deben pasar la noche sin dormir.

Para tal efecto, contamos con la colaboración de la Escuela Colombiana de Rehabilitación (ECR). El reportaje es el siguiente:

 

El precio invisible del trasnocho

Javier Antonio Arango Peláez (Contenido)

Carolina Barragán Salas (Edición y coordinación editorial)

En las madrugadas silenciosas en municipios de Caldas, mientras la mayoría se prepara para descansar, los hombres y mujeres que ejercen labores de vigilancia se aprestan a custodiar la seguridad de edificios, hospitales, calles y oficinas sacrificando algo esencial: el sueño.

Este trabajo, tan silencioso como necesario, conlleva un costo que puede pasar desapercibido.

Detrás del uniforme de celador hay cuerpos agotados, cerebros sobreexigidos y emociones al límite. Trasnochar no es solo una rutina: es una carga biológica que, cuando se vuelve constante, deteriora profundamente la salud física, mental y emocional.

Desde la Escuela Colombiana de Rehabilitación (ECR), fundación universitaria pionera con más de 70 años de experiencia formando profesionales en Fisioterapia, Fonoaudiología, Terapia Ocupacional y otras áreas de la salud, se reconoce el profundo impacto que tiene el trasnocho en quienes ejercen labores de vigilancia. La ECR no solo es un referente académico en salud, inclusión y desarrollo humano, sino también un actor comprometido con el bienestar

de las comunidades a las que llega con sus programas y acciones sociales.

Conversamos sobre las secuelas del trabajo nocturno con un representante de esta institución: Javier Arango, terapeuta ocupacional, especialista en Neuropsicología y magíster en Docencia.

De acuerdo con Arango, dormir de día no es igual. Los celadores que trabajan en la noche deben forzar su ciclo circadiano, el reloj interno que regula nuestras funciones vitales, y adaptarse a una rutina para la que el cuerpo no está hecho. Aunque intenten descansar durante el día, el ruido, la luz y las interrupciones no permiten una recuperación real. El cuerpo simplemente no se repara igual bajo el sol.

“El sueño no es un estado pasivo, es un proceso activo y vital en el que el cerebro se repara, aprende, se limpia y se regula. Dormir de día no permite compensar los efectos de pasar la noche en vela, porque el organismo está diseñado para descansar en la oscuridad”, explica el docente.

Cuando los procesos de descanso no ocurren bien, las consecuencias se acumulan:

pérdida de memoria, irritabilidad, lentitud mental, bajo estado de ánimo y un riesgo mucho mayor de cometer errores.

 

Lo que pasa en el cerebro cuando no se duerme bien

Cuando dormimos en la noche, el cerebro realiza funciones esenciales que sostienen el equilibrio del cuerpo. Pero si ese sueño se interrumpe o no es profundo, las repercusiones se manifiestan de distintas maneras:

● La atención se vuelve inestable. Un celador fatigado puede perder de vista algo importante en su entorno.

● La memoria se deteriora, porque los recuerdos no se consolidan como deberían.

● La toma de decisiones se vuelve menos lógica y más impulsiva.

● Las emociones se descontrolan. Aumenta la irritabilidad, la ansiedad y, en muchos casos, se siente una tristeza profunda.

● Los tiempos de reacción se ralentizan, lo que representa un riesgo latente para quienes conducen motos o vehículos al salir del turno.

Estudios recientes señalan que la privación de sueño crónica podría incluso reducir el volumen cerebral con los años, afectando la corteza prefrontal; es decir, la región neurológica en donde se encuentra el centro del juicio y la autorregulación.

 

Cuando el cuerpo también dice “no”

El impacto del trasnocho no es solo mental. En la práctica, muchos celadores reportan fatiga constante, dolores de cabeza, dificultad para concentrarse e incluso aumento de peso por alteraciones hormonales.

El hambre aparece a deshoras, y los antojos por alimentos calóricos

aumentan. La hormona del apetito (grelina) se desregula, mientras que la leptina, que nos indica saciedad, disminuye.

La vida social también se ve golpeada. Las jornadas nocturnas reducen el tiempo con la familia, afectan las relaciones de pareja, generan aislamiento y disminuyen el deseo sexual.

Muchos trabajadores terminan recurriendo al café en exceso, a bebidas energéticas o incluso a medicamentos para dormir en el día. El cuerpo entra en un ciclo forzado de compensación.

 

La ECR propone: cómo reducir el impacto del trabajo nocturno en cuerpo y mente

Prevenir el deterioro progresivo es posible. Para lograrlo, los expertos recomiendan que los turnos nocturnos no excedan las 2 o 3 noches por semana y se alternen con turnos diurnos.

También es fundamental garantizar días de descanso reales, con tiempo para el ocio, la familia o el reposo absoluto.

Además, es urgente que las empresas reconozcan el impacto del trasnocho como un riesgo laboral. Las personas que cuidan a otros también necesitan que las cuiden. Invertir en su bienestar no solo mejora su salud, también favorece su desempeño y previene accidentes.

Al fin y al cabo, no se trata sólo de vigilar un edificio. Se trata de cuidar vidas, comenzando por

la suya.

 

Más información

Carolina Barragán Salas

Jefe de prensa Escuela Colombiana de Rehabilitación

Carolina.barragan@ecr.edu.co

 

 

Exigencias al contratista

La Gobernación de Caldas en el contrato con las empresas de vigilancia en colegios públicos indica:

 

1.

 

Verificar que el personal que preste el servicio esté afiliado al sistema de seguridad social integral salud, pensión y riesgos laborales. Es con el fin de cumplir con la política en salud y seguridad en el trabajo.

 

2.

Requerir al contratista el cumplimiento del pago de sus obligaciones a los sistemas de salud, pensión y riesgos laborales.

 

3.

Cumplir con las normas laborales y de seguridad social del personal a cargo.

 

4.

La empresa deberá suministrar la dotación a cada vigilante, incluyendo la de invierno completa. Lo mismo que los elementos o accesorios necesarios para la prestación (como chaquetas u otro tipo de elementos) del servicio nocturno.

 

5.

Suministrar al personal los equipos de seguridad y los elementos necesarios para la correcta y adecuada prestación del servicio.

 

 

Foto I Cortesía para LA PATRIA

Javier Arango, terapeuta ocupacional de la Escuela Colombiana de Rehabilitación (ECR).
 

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