Darío Alonso Delgado Cortés recibe a padres de familia o externos que llegan a la sede Cervantes de la Institución Educativa Alfonso López, de La Dorada.

Foto | Freddy Arango | LA PATRIA

Darío Alonso Delgado Cortés recibe a padres de familia o externos que llegan a la sede Cervantes de
la Institución Educativa Alfonso López, de La Dorada.

En 21 años Darío Alonso Delgado Cortés nunca tuvo un fin de semana para su familia. Trabajaba viernes, sábados, domingos y festivos en la noche, y en el día dormía.

Fue durante este mismo tiempo cuando tuvo sus primeros encuentros con un arma de fuego. Dos de ellos hacen parte de sus experiencias memorables en los 35 años que cumple como celador de la Institución Educativa Alfonso López, de La Dorada.

Y así revive la primera: “Una noche me encontré con mi compañero, yo me quedé con la escopeta y él se puso a dar ronda. A la madrugada quedándome dormido apoyé el arma en una banca y se me disparó. La mano me quedó arriba y se me voló el dedo”.

La segunda la reduce a un encuentro con ladrones armados a quienes hizo frente. “No hallaba la hora que me amaneciera. La verdad no sé cómo lo hice. Pero superé eso, seguí en mi trabajo y estoy feliz, tanto que no me he querido ir”, complementa.

Cariño por los estudiantes 

Darío Alonso tiene 69 años, es nacido y criado en La Dorada y lleva ocho meses trabajando en la sede Cervantes. Allí tiene la tarea de vigilar en el día a 13 salones, un aula polivalente, un restaurante, dos baños y un taller de ebanistería.

En la noche quedan a cargo los sensores y las alarmas. Sin embargo, a Darío lo han citado a altas horas de la madrugada.

Viene la patrulla de la empresa de las alarmas, entramos y revisamos. Pero lo que no saben es que esos sensores se disparan muy fácil con algún animal”, relata mientras mientras le acercan el refrigerio para un estudiante.

Contrato en la Secretaría de Educación 

Darío Alonso Delgado llegó al Alfonso López en 1990, en principio para cubrir vacaciones o incapacidades de otros porteros, luego en reemplazo de su padre. En agosto de ese año concursó y desde entonces integra la planta de la Secretaría de Educación de Caldas.

Lo caracteriza, considera él, el amor por los estudiantes, a quienes quiere como si fueran sus hijos. “Yo adoro a estos muchachos. Eso es lo que me tiene amarrado aquí”, confiesa.

La jornada es de 6:00 a.m. a 2:00 p.m., sin embargo llega una hora antes para limpiar el patio. Está convencido que no hay nada más agradable que un estudiante entre y vea todo impecable.

Custodia del plantel educativo 

A partir de allí se dedica a recibir a los alumnos y a colaborarle a los padres de familia en lo que necesiten, sea entregar un desayuno, un trabajo o alguna pertenencia que se les haya quedado.

Mientras tanto, permanece atento para evitar riesgos sociales. Es consciente que hay personas inescrupulosas que llegan a los colegios para incitar a los más grandes al consumo de sustancias psicoactivas.

Darío Alonso amplía: “Dedicamos tiempo a cuidar a los chicos que son miembros de la comunidad. Velamos por proteger a estos muchachos, que no se los lleven por las malas mañas”.

En este sentido, reitera que le agrada mucho su trabajo y permanecerá en él hasta que pueda. “No me siento como un pensionado”.


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