Foto | Freddy Arango | LA PATRIA
Insectos y maleza habitan lo que fue la escuela Costa Rica, sede de la Institución Educativa Rancho Largo, de Samaná.
Era el 2000 cuando la escuela de Costa Rica recibió a su último grupo de estudiantes. María Josefina López López lo integraba.
Ella recuerda que tenía unos 12 años y cursaba cuarto grado de primaria. Hoy María Josefina tiene 37 años y de la escuela solo quedan las paredes y una cubierta consumida por la maleza, las avispas y los comejenes. La cerraron por falta de niños.
La sede educativa, o lo que queda de ella, se encuentra en una zona veredal, en las montañas del municipio de Samaná, al borde de una vía y sin vecinos en por lo menos 500 metros a la redonda.
Las características geográficas convirtieron a los habitantes de este corredor que conecta a Samaná con Victoria en víctimas de los enfrentamientos entre grupos ilegales y la fuerza pública.
“Mucha guerra por acá. La gente salió y se fue. Dejaron todo”, cuenta María Josefina, quien expone que cuando las familias regresaron los niños ya estaban grandes y habían terminado sus estudios. “La escuela murió, ahí quedó. No le pusieron atención ni nada”, precisa.
Opciones de reformación
La protagonista de esta historia tuvo dos hijos. Confiesa que mientras ellos eran pequeños sí le hacía falta la escuela, porque debían recorrer un tramo de aproximadamente 30 minutos en carro para llegar a la sede principal, la Institución Educativa Rancho Largo. Allí terminaron su formación.
“Había veces que los buses los recogían, otras veces que los dejaban. Entonces, sí hubo mucha dificultad y sí hizo falta la escuela en la temporada que mis hijos estuvieron pequeños”, amplia María Josefina.
Iniciativa comunitaria
En 25 años la población de la vereda Costa Rica no ha solicitado ayuda oficial para recuperar la escuela. Fabian Cardona, líder comunal, se lo atañe al descuido de las administraciones locales, por ejemplo de la Junta de Acción Comunal (JAC). El mantenimiento se limita a rocerías.
A pesar de que es poco lo que queda en materia de infraestructura, algunos habitantes de Costa Rica analizan la posibilidad de recuperar el espacio. Su función, ante la falta de menores, sería enseñanza para la protección de los recursos naturales y el emprendimiento.
“Si logramos que el turismo se reactive, mucha gente va a querer tener su lugar por ahí y van a haber niños otra vez. Siempre es mejor tenerla y tratar de darle mantenimiento para que no se pierda esa ilusión de que los niños algún día la vuelvan a ocupar”, plantea Diego, mientras admite la nostalgia de que no exista una intención de cuidado y protección. “Eso me da tristeza”, concluye.
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