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Foto | www.freepik.es | LA PATRIA | El corazón no siempre toma las mejores decisiones. Por eso, a veces, hay relaciones que llegan para curar tras otras.

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La ciencia hizo una advertencia, a poco del Día del Amor y la Amistad, que rompe el encanto: el cerebro y no el corazón, suele tener la última palabra cuando nos enamoramos y no siempre acierta.

Un estudio del Doctorado en Neurociencia Aplicada y Comportamiento de la Universidad de San Buenaventura, sede Bogotá, revela que en apenas 0,2 segundos una tormenta química puede acelerar el corazón, nublar el juicio y empujarnos a tomar decisiones afectivas impulsivas, repitiendo patrones que después terminan en dolor.

“El amor es maravilloso, pero cuando la dopamina sube, la lógica baja la guardia. Entender cómo actúa nuestro cerebro es vital para no caer en las mismas trampas emocionales una y otra vez y así comprender por qué tantas veces terminamos en relaciones tóxicas”, subraya Sandra Milena Camelo, directora de dicho doctorado y vocera del informe.

Según datos del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), las búsquedas en Google sobre “relaciones tóxicas” aumentan hasta un 30% en septiembre y las tasas de divorcio en Colombia han crecido un 18% en los últimos cinco años. Para Camelo, la fecha es perfecta no solo para celebrar, sino también para reflexionar sobre cómo amamos y decidimos.

 

De las funciones del corazón y el cerebro

El informe explica que enamorarse no es solo sentir mariposas en el estómago ni vivir un momento de película. Detrás de esa sensación hay un proceso neurológico complejo que activa tres regiones clave del cerebro: el área tegmental ventral, asociada al placer y la motivación; el núcleo accumbens, que procesa la recompensa y la sensación de logro; y la amígdala cerebral, encargada de regular las emociones y las respuestas de alerta.

Cuando estas zonas se encienden, liberan un verdadero cóctel químico que define cómo sentimos y actuamos. La dopamina, por ejemplo, es la responsable del placer y la motivación, esa chispa que nos impulsa a buscar más del otro.

 

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La oxitocina y la vasopresina, en tanto, fomentan el apego y la confianza, creando lazos emocionales profundos. Por su parte, la adrenalina acelera el corazón y nos llena de energía, como si estuviéramos en una montaña rusa emocional; mientras que la serotonina, ayuda a regular la obsesión y mantiene cierto equilibrio en medio de tanta intensidad.

El problema, advierte Camelo, es que cuando esta “orquesta química” toca demasiado fuerte, la corteza prefrontal (la parte del cerebro encargada de analizar riesgos y consecuencias) baja la guardia. “El corazón late, pero es el cerebro quien decide o se equivoca”, señala la profesional.

A esa tormenta neuroquímica se suman los sesgos emocionales, atajos mentales que pueden llevarnos a decisiones poco saludables. El estudio explica que la idealización exagera las virtudes y minimiza los defectos de la pareja; mientras que el apego nos aferra a lo conocido, incluso, si nos hace daño, porque el cerebro prefiere la rutina antes que lo desconocido.

También está el sesgo del tiempo invertido, que nos hace creer que no podemos dejar una relación solo por todo lo que ya hemos entregado, aunque continuar resulte más costoso emocionalmente.

El cerebro guarda recuerdos emocionales que funcionan como un mapa afectivo: buscamos experiencias similares a las del pasado, aunque no siempre sean las mejores para nosotros.

Por eso, en una fecha como el Día del Amor y la Amistad, cuando según Federación Nacional de Comerciantes (Fenalco) el comercio espera crecer hasta un 20%, los expertos subrayan que más allá de los regalos y las cenas románticas, entender cómo funciona nuestra mente puede ser el paso más importante para evitar relaciones dañinas y aprender a amar con equilibrio.

 

Decisiones amorosas

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Piense lo que va a hacer en temas de romance. Evítese malos momentos.

 

Lejos, la impulsividad

El estudio del Doctorado en Neurociencia Aplicada y Comportamiento de la Universidad de San Buenaventura, sede Bogotá, ofrece varias recomendaciones prácticas para quienes quieren relaciones más sanas y menos impulsivas:

 

  1. Dar tiempo y espacio: las sustancias químicas empujan a decidir rápido. Frenar la marcha permite recuperar el control racional.

  1. Hacerse preguntas a futuro: imaginarse con la pareja en cinco años, ayuda a separar emoción de realidad.

  1. Revisar la coherencia: comparar lo que se siente con lo que se vive, evita el caer en idealizaciones peligrosas.

  1. Escuchar a terceros: amigos y familiares, fuera del cóctel químico, suelen ver lo que nosotros ignoramos.

  1. Observar el cuerpo: ansiedad, taquicardia o mariposas constantes indican que manda la emoción. La calma y la seguridad suelen acompañar decisiones más equilibradas.

 

Sandra Milena Camelo

Foto | Cortesía | LA PATRIA

“Estos pasos son simples, pero pueden marcar la diferencia entre repetir historias tóxicas o construir relaciones más libres y conscientes”: Sandra Milena Camelo.

 


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