La comunidad de El Remanso se cansó de esperar que les pavimentaran varias calles, por eso decidieron recoger fondos para hacerlo ellos mismos. 

Foto | Cortesía | LA PATRIA | PEREIRA |

La comunidad de El Remanso se cansó de esperar que les pavimentaran varias calles, por eso decidieron recoger fondos para hacerlo ellos mismos. 

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Construir comunidad es una de las revoluciones del siglo XXI. Un mundo cada vez más fragmentado en pantallas y algoritmos, pide a gritos volver a la calle y construir con el vecino una realidad que dignifique los territorios. 

Así lo han pensado y así lo han venido construyendo en el barrio El Remanso de la comuna Villa Santana; a punta de sancochos comunitarios y de eventos para encontrarse con el otro y reconocerse, han avanzado para modificar sus entornos a pesar del olvido estatal. 

En los 15 años que lleva fundado el barrio una de las calles principales, en la manzana 25 y donde los buses de servicio público que van hasta la zona hacen el retorno, ha estado sin pavimentar. 

La comunidad ha exigido a la administración pública que los priorice y les mejore el entorno, no solo por la estética del barrio, sino porque genera bienestar. Así cuando llueve no se forma una vía de pantano o cuando el sol azota, no se levanta el polvo.

En los últimos años, afianzados por los procesos de formación que ha realizado la Corporación Batucada Piquíñas del Chango en el territorio, hicieron un plantón en la Alcaldía de Pereira exigiendo que la administración se apersone, pero no ha sido posible. 

Ante esta ausencia institucional, y luego de agotar canales formales y otras formas de exigencia ciudadana, la comunidad tomó una decisión radical: hacer la obra ellos mismos.

“Estamos cansadas de pedir, de suplicar, de esperar a que otros hagan lo que es su responsabilidad. Si no lo hacen, lo haremos nosotras”, afirma Laura Victoria Carmona Mejía, integrante de las Piquiñas del Chango y una de las voceras del proceso.

Un gesto de dignidad

La calle en cuestión no es cualquier vía: es el corazón del tejido comunitario del barrio. Allí se ubica la sede donde funciona la organización cultural Piquiñas del Chango, un espacio de encuentro intergeneracional, formación artística, pensamiento crítico y pedagogía comunitaria. 

También está allí la huerta colectiva que promueve prácticas de soberanía alimentaria y cuidado del entorno.

Por eso, la pavimentación no se plantea únicamente como una mejora técnica o vial. Es, sobre todo, un acto de dignificación del territorio, un gesto simbólico y concreto que busca resignificar el espacio público desde la juntanza y la acción popular.

“Para nosotras, pavimentar la cuadra es hablar de salud, de bienestar, de cuidado. No es solo tapar huecos. Es transformar la mirada sobre el barrio y demostrar que sí se puede, cuando nos organizamos”, asegura Carmona.

Autogestión, economía solidaria y cultura popular

El proceso arrancó con un primer diagnóstico técnico. Con el apoyo de ingenieros civiles aliados, se hizo una cotización y se definió que el costo total de la obra sería cercano a los $10 millones

Una cifra significativa para una comunidad vulnerable, pero no imposible para una red que ha aprendido a sostenerse desde la creatividad, el afecto y la persistencia.

La primera estrategia fue una gran rifa comunitaria. Se imprimieron mil boletas que fueron repartidas entre las 18 familias que habitan la cuadra. 

Cada hogar asumió el compromiso de vender entre 10 y 20 boletas. Gracias al compromiso colectivo, se lograron vender 270 boletas. 

“Es un 25% del total. Un primer paso que nos da impulso y esperanza”, señala Carmona.

Ahora, la apuesta es aún más ambiciosa: este sábado 19 de julio, desde las 4:00 p. m., se realizará en la misma cuadra un bingo bailable comunitario, una de las formas más tradicionales y festivas de la economía popular. 

Habrá música en vivo, rifas, anchetas, baile, comida casera y muchas ganas de compartir.

“El bingo no es solo para recoger dinero. Es una excusa para reencontrarnos, para habitar la calle desde la alegría, desde el arte, desde el alimento. Es también parte del proceso educativo y político que queremos sostener en el barrio”, dice la gestora cultural.

La organización del bingo se ha repartido en comités: uno para la alimentación, otro para las bebidas, otro para la decoración, otro para la música. La meta es alcanzar al menos otros dos millones y medio.

Una experiencia que inspira y se multiplica

La Corporación Batacuada Piquiñas del Chango ha trabajado durante años desde la base, con enfoque de género, juventud, medioambiente y cultura viva. Su propuesta se ha mantenido autogestionada y sin victimizarse, como recalca su vocera. 

“No nos mueve el dolor sino el deseo. No es una historia de carencias sino de potencias”.

Además de pavimentar la calle, el sueño colectivo incluye embellecer el espacio con murales, sembrar flores, construir “el cielito más largo de Pereira” —una calle decorada con banderines hechos por los vecinos— y hacer un sancocho comunitario cuando se inaugure la vía.

La obra tendrá mano de obra local: cada familia aportará trabajo físico, no solo dinero. “Este barrio no quiere mendigar: quiere construir. Y eso es lo que estamos haciendo”, resume Carmona.

“Queremos que este proceso sea un referente. Que otros barrios vean que sí es posible organizarse, que la juntanza es una herramienta poderosa. Que no todo tiene que venir de arriba. Que también se puede desde abajo, con las manos, con el corazón, con los sueños”, concluye.

Mientras en muchas partes de Colombia se repite la historia del abandono estatal, en El Remanso se escribe otra narrativa: la de la resistencia que florece, la comunidad que se levanta, la calle que se pavimenta desde la esperanza.


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