La ciudad también tiene alma. Y cómo la tratamos, revela la nuestra.

Vivimos en un mundo que va rápido. Las ciudades se mueven al ritmo de las urgencias, del ruido, del tráfico, de las notificaciones; pero en medio de esa velocidad hay algo que puede devolvernos al centro: la gratitud. Agradecer es una forma de pausar, de mirar con otros ojos. Cuando hablamos de ser ciudadanos, vivir desde la gratitud cambia por completo la manera en que habitamos lo común.

¿Te has detenido a pensar cuántas cosas funcionan sin que las veas? La luz verde que enciende a tiempo. El recolector que pasa antes del amanecer. El árbol que resiste entre edificios. Las personas que barren la calle sin que nadie les diga “gracias”. La ciudad late todos los días, aunque no siempre la escuchemos.

La gratitud ciudadana no es una emoción pasajera; es una forma de estar, una postura activa frente a lo colectivo. Es recoger un papel que no es tuyo, porque la ciudad sí lo es. Es respetar el semáforo, porque no caminas solo. Es saludar al vecino, porque ese gesto también construye comunidad.

Agradecer a la ciudad no significa conformarse. Al contrario, significa tomar conciencia. Dejar de repetir “esto no sirve” y comenzar a preguntarnos: “¿qué puedo hacer yo para mejorar esto?”. Ser buen ciudadano no es solo cumplir normas: es actuar con coherencia entre lo que soñamos y lo que hacemos hoy.

Cuando agradeces, empiezas a ver diferente. Ya no pasas de largo frente a los problemas. Te involucras. No para juzgar, sino para cuidar porque entiendes que esta ciudad también es tu reflejo; que cada esquina cuenta, que cada decisión cotidiana es una oportunidad de sembrar algo mejor.

Y sí, lo digo como joven. Como parte de una generación que muchas veces ha sido señalada por “no hacer”, por “no importar”. Pero yo sí creo que importa. Porque también somos una generación que está despertando, que se está preguntando cómo contribuir, cómo vivir con más sentido, cómo dejar huella sin perder la autenticidad.

No necesitamos grandes discursos, necesitamos pequeñas acciones con grandes intenciones. Una mirada distinta. Una actitud activa. Una presencia que diga: “yo soy parte del cambio”.

Si queremos una ciudad más limpia, más humana, más consciente… comencemos por vivir así. Por agradecer lo que ya está. Por cuidar lo que compartimos. Por dejar de quejarnos tanto y empezar a proponer más. Porque solo se transforma lo que se honra.

Entonces, ¿por qué no empezar hoy?

¿Y si viviéramos como si ya estuviéramos en la ciudad que soñamos? ¿Y si ese mundo comenzara aquí, en esta calle, con esta decisión?

Yo ya elegí.

Por eso, yo vivo en gratitud.

¿Y tú? ¿Vives en gratitud?