El pasado jueves 30 de octubre los integrantes de la Mesa Departamental de Participación de Niños, Niñas y Adolescentes ocuparon el atril de la Asamblea de Caldas para expresar con convicción y sinceridad, cómo se sienten en el territorio que habitan. Y… el panorama no fue para nada alentador.
José Manuel Arango, de Anserma, contó que en zonas aledañas a su municipio hay presencia de grupos armados en contra de la ley, que están atemorizando a las comunidades, “lo que afecta gravemente a la población infantil que por el temor que le genera no se pueden trasladar a sus escuelas para seguir con sus estudios”.
Laura Sofía Gómez Valero, de Chinchiná, también expresó su preocupación porque la vía que comunica al colegio San Miguel con la zona rural está en pésimas condiciones, “huecos tan grandes que parecen cráteres”. Incluso, dijo que se han presentado graves accidentes y que es la única ruta de acceso al colegio que conecta con la vía principal hacia Pereira.
Angie, del corregimiento de Arauca, se unió a lo que manifestó Gómez Valero y dijo que en el lugar donde habita hay una escuela donde el techo está deteriorado y en inminente riesgo de caída.
Las denuncias continuaron con la intervención de Melissa Ocampo, quien solicitó respuesta frente al atraso en la construcción del acueducto multiveredal de Neira: “Necesito y pido a ustedes si nos pueden dar una investigación más profunda sobre el consorcio que está encargado de hacer la primera fase y hacer una segunda fase que dé solución a la primera. Ya que este acueducto nos daría agua potable a muchas familias, donde hay niños que se están enfermando por el agua tan terrible que está llegando a las veredas. No es agua, uno abre la llave y sale chocolate, tierra prácticamente”.
Lo que manifestaron los niños frente al atril no es otra cosa que la afirmación de lo que hemos expresado desde nuestra curul. Presencia de grupos armados en contra de la ley en el departamento, ‘familias felices’ sin agua potable, un Plan de Desarrollo y un presupuesto desconectado de la realidad de los territorios.
Ana María Duque lo dijo con ímpetu: “Nosotros somos importantes y necesitamos de su ayuda porque nosotros solos no podemos”. Los niños no deben cargar con los problemas que el Estado no es capaz de solucionar. Mientras la Gobernación se encarga de generar gasto y empleo militante (vale decir que a la fecha llevan más de 1.100 contratos de prestación de servicios por un valor de 56 mil millones de pesos), los niños de Caldas anhelan vías para llegar a su territorio, instituciones educativas en óptimas condiciones y agua potable.
Que el llamado de los niños no se quede en el atril, donde tantas voces se pierden en el olvido, sino que inspire verdaderas soluciones. Que el presupuesto 2026 no le dé la espalda al campo, sino que sea una herramienta para reducir la pobreza multidimensional. Necesitamos que los recursos públicos se administren con eficiencia y propósito, orientados a mejorar la calidad de vida de los caldenses y a cerrar las brechas que aún persisten, especialmente en las zonas rurales.