Cuerdas que generan sonido, son materia que vibra pulsada en guitarra o frotada en violín… y brota la música. Voz del compositor colocada en la materia que nos genera armonía espiritual; “lo invisible se hace audible”; conexión que arrulla desde un más allá. Conclusión: la materia portadora de espíritu, en música vibra y nos pone a vibrar, se conecta con nuestros sentimientos, los descifra y acaricia, los acuna y dirige, los promueve y enaltece. Esa materia, mensajera de armonía, nos genera “una miniatura de eternidad”. Para San Agustín, un “camino hacia el orden eterno”. Organiza nuestra psique dándole unidad a sus ansias. Cada cuerda, su materia, en estrechas nupcias con nuestra intimidad.
Musicoterapia, vibración de la materia actuando como una “cirugía del alma”. Desde la Biblia, David con su arpa sanando al depresivo rey Saúl. Espiritualidad de la música, curación de la psique desde la materia.
Para llegar a lo anterior, la materia recorrió largo sendero en su propia evolución íntima. Según la ciencia, este universo nació hace 13.800 millones de años, cuando el Big Bang, gran explosión, originó la materia. Conclusión lógica: si la materia tuvo un principio fue creada. Inicialmente fueron las partículas; se unieron y formaron átomos; algunos, el hidrógeno, H; el oxígeno, O, se unieron, y 500 millones de años después originaron la primera molécula de agua. Pasados más de 13.799 millones años después del Big Bang, se configuró nuestro cerebro (contados hacia atrás solo apareció hace 200.000 años), compuesto en un 75% de agua. Materia evolucionada es, formado con “la Madre Agua y madre de todos los dioses”. En bello título de bello libro, Joaquín Araujo sintetiza: “Somos agua que piensa”.
La materia tiene propiedades inmanentes de perfeccionamiento. El hidrógeno, H, tiene unas condiciones breves; el oxígeno, O, diferentes. Se unen y forman una H2O, superior a los dos. Pero esta molécula será agua solo al unirse a otras iguales. Cambios cualitativos generados por el impulso inmanente de configuración, de unión, colocado por Alguien en la materia. Del H y O al cerebro.Repito, la materia tiene propiedades inmanentes. Einstein explicó que materia y energía eran intercambiables. (E= mc2; energía igual a materia multiplicada por la velocidad de la luz al cuadrado). Piénsese que desde las partículas elementales del Big Bang llegamos al líquido viscoso, materia en gasolina, propulsando Boeing 747, de 442 toneladas, 912 km/hora, altura 13.700 metros.
La materia tiene su memoria. Edward Wilson, en “Biofilia”: un metro cuadrado de bosque contiene más bits que toda la Enciclopedia Británica. No me caben aquí todas las propiedades emergentes descubiertas en ella. La ciencia hoy acepta más posibles cualidades, sorprendentes. La materia y la energía oscuras. La computación cuántica. Ilya Prigogine, Premio Nobel, sostiene que la materia es fuente de creatividad, de novedad, capaz de autoorganizarse, “hace historia”; lo simple da lugar a lo complejo. Felices los materialistas de antaño que aseguraban, tranquilos, que solo existía la materia. Tristes los de hoy, con este cerebro que, según la Universidad de Oxford, en su diseño conlleva la búsqueda de lo sobrenatural (aunque con la libertad cultural puedan suprimirla, los ateos). Avanzamos con esta rutilante materia que, como lo concluyó Tehilard, se perfecciona y evoluciona hacia el “Punto Omega”, hacia Dios. “Baila, sin pies ni manos, la danza que le enseñaron las estrellas”. O Alguien, desde otra altura.Pero, para proceder así, para buscar ese “Punto Omega”, la materia antes debió creer en su existencia. Einstein, perplejo, concluyó: esta realidad nos ofrece una eterna sinfonía.