Se trata de una aproximación a tres tipos de guerrilleros en el poder.
Uno. Los traidores. Mao, para facilitar su acceso al poder, en el “Programa Común” firmó y se comprometió a promover el pluralismo, el multipartidismo, respeto a la propiedad privada y las libertades políticas. Fidel Castro, en el “Manifiesto de Sierra Maestra”, dos años antes de tomarse el poder, firmado, consignó que se restablecería la constitución de 1940, con respeto a la propiedad privada, libertades de expresión, reunión, separación de poderes. Y, ¡ah!, con el compromiso de convocar elecciones en un plazo improrrogable de 18 meses después de tomarse el poder. 57 años pasaron, murió Castro, poderoso, sin la realización de tales elecciones. Pol Pot, marxista, en Birmania, se sirvió del príncipe Sihanouk para tomarse el poder, luego lo traicionó y lo expulsó. Desde allí exterminó el 25% de la población; se eliminaba a quienes usaran anteojos o hablaran otro idioma. Proscribió la moneda, obligó a la población a abandonar las ciudades y regresar al campo. Clausuró escuelas y colegios, destruyó las iglesias. Ridículo, prohibió la música.
Sin embargo, estos guerrilleros procedían con lógica, buscando aumentar y permanecer en el poder. Todos, estafadores.
Dos. Desmovilizados de mente y corazón. Nelson Mandela, 27 años en prisión, liberado negoció la reivindicación de los sudafricanos nativos, logró la reconciliación, el perdón de los abusos infames de los blancos, reconoció públicamente su equivocación como guerrillero y se convirtió en un paradigma mundial. Dilma Rousseff, Brasil, prisión y tortura en tres años, durante su Gobierno pasó el examen democrático, y aceptó, sin intentar desconocerlo, el proceso de su destitución. Añado a José Mujica. Lealtad democrática, nada de resentimientos o vindictas.
Tres. Tipo presidente Gustavo Petro. Ninguna guerrilla ha triunfado contra una democracia. Guerrillero que en armas se va en contra de una democracia, así tenga fallas, lo hará porque no es demócrata. Si en el poder, en su corazón sigue sintiendo y pensando como guerrillero, destruirá, debilitará las instituciones; se alegrará con todas las desgracias del país. Así es la mentalidad guerrillera.
Personalidad dividida. Derrotado en su guerra pero tenaz en sus convencimientos, se sentirá enjaulado por la institucionalidad que desprecia. Procederá a la vez como guerrillero y comandante de las Fuerzas Armadas, estas, su primera víctima, las depauperará. Escindido, por su cargo “obligado” “defensor” de unas instituciones que odia. Anarquista, cual director de la DIAN propiciando la evasión de impuestos. Garante de unas leyes que deslegitima; feliz, por ejemplo, al liberar y además compartir tribuna con criminales.
Como una premonición, en su juventud del M-19 adoptó el seudónimo de Aureliano, referencia al Buendía de “Cien años de soledad”. Allí Gabo consigna. “Quiere decir -sonrió el coronel Aureliano Buendía- que solo estamos luchando por el poder”. También: “La única herida que recibió se la hizo él mismo después de firmar la capitulación”. Destructivo: “Su espíritu solo encontró sosiego cuando su guardia personal saqueó y redujo a cenizas la casa de la viuda. ‘Cuídate el corazón, Aureliano’, le decía el coronel Gerineldo Márquez, ‘te estás pudriendo vivo’”.