Simpático, en el combate por la democracia cualquier elemento material puede jugar a su favor. En el derrocamiento de Slobodam Milosevic, año 2000, el dictador serbio apellidado “el Carnicero de los Balcanes” por la guerra racial que desató, jugó un papel esencial el buldócer. Al contrario, en el caso de las elecciones que perdió Maduro, después de ellas, para derrocarlo faltó buldócer.
Los dos casos tienen similitudes iniciales, distinto desarrollo y desenlaces diferentes.
Uno. Las similitudes. Dictaduras, pero no totalitarias clásicas: con elecciones amañadas, algo de oposición, represión regulada, detenciones selectivas, cooptación de los otros poderes, incluido el electoral. En ambos casos se escogieron candidatos grises y de unión: Vojislav Kostunika, profesor de derecho, allá, y acá Edmundo González, diplomático de bajo perfil. Kostunika tenía sentido del humor: “De mí, soy el primer votante indeciso”. Tanto Maduro como Milosevic perdieron las elecciones, pero los órganos cooptados las descalificaron.
Dos. Diferencias en el desarrollo. En el caso de Milosevic, no obstante haber obtenido Kostunika más del 50%, el Tribunal determinó que habría segunda vuelta. Comenzó la resistencia.
Contra todas las recomendaciones de los asesores occidentales, la oposición le dio a Milosevic un plazo de tres horas, contadas en la tarde del 5 de octubre del 2000, para que reconociera el triunfo de Kostunika. Nada de segundas vueltas.
El primer buldócer intervino cuando los guardias intentaron frenarla llegada de gente en apoyo a los mineros de carbón de Kolubara, en huelga, la que surtía el 50% de la energía del país. Tres ancianos conduciendo un buldócer rompieron el cerco policial y la muchedumbre se sumó a los huelguistas. Primer triunfo y fuera miedo.
Luego se hizo un llamado para que de las poblaciones vecinas desplazaran manifestantes a Belgrado. Especial los de la ciudad de Cacak, numerosos, que se escoltaron con un buldócer en su grúa, el cual fue rompiendo las barricadas gubernamentales.
Segunda intervención de esta máquina Cumplido ese plazo del 5 de octubre, en Belgrado, con 500.000 manifestantes detrás, el obrero Lujbisav Dokic se montó en el infatigable buldócer, rompió las vallas que cercaban el parlamento y los manifestantes se tomaron ese centro del poder. Tercera intervención del tractor.
Para completar se dirigieron hacia la televisión, único medio que noticiaba a toda la nación. Allí los disparos de la policía, pero en su cuarta intervención el perseverante fantástico buldócer de Cacak desbordó a los guardias, tumbó las puertas y se tomó las instalaciones. Los rebeldes dominaban la información. Se reiteraron las consignas: “Slobodan, estás acabado”. “Hazle el bien a Serbia, suicídate, Slobodan”.
Tres. Distinto resultado. El dictador serbio cayó. En ambos países se sabía que se desconocerían los resultados, pero en Serbia había una estrategia postelectoral, basada en usar la llamada “masa crítica”, la gran manifestación, en el momento crucial, la cual respaldó el tractor y ante el cual los disparos no fueron efectivos. Se envalentonó la multitud y la Policía se vio en el dilema de causar un baño de sangre y morir arrasada o hacerse a un lado. Esto último es lo que suele acontecer.
La OTAN había ayudado a descalificar a Milosevic, pero, sin mayores informaciones, creo que en Venezuela faltó buldócer.