Nuestras vidas son sucesivos acertijos que debemos resolver, paso a paso, hasta el último e irresoluble acertijo: el de la muerte. Ningún filósofo ha podido desentrañarla, la vida, su sentido, por qué, para qué existimos. La ciencia no lo sabe, la religión sí colabora.
Quien configura un saleroso acertijo es un artista. Veámoslo: vivo entre el agua, pero si me introduces en ella desaparezco (la sal). Otro: cada vez que me quitas algo me aumentas (el agujero). Quevedo se burlaba del rey: ¡grande eres, Felipe, a manera de hoyo! Hasta Lenin, seriote, sobre algún congreso partidista escribió un ensayo “Un paso adelante y dos atrás”; concluyó: avanzamos. La paradoja de la austeridad de Clemenceau: si quiere popularidad, predíquela; si quiere impopularidad, practíquela. Un consejo sabio: a veces lo urgente es esperar. Son discursos de dos cabezas situadas en sentidos contrarios; también “ palabras de cangrejo”, animal que camina lateralmente.
A los niños se les debería ejercitar en solución de acertijos; después votarían con claridad, pues toda campaña presidencial es un revoltillo de acertijos en discursos y programas. Ni el mismo presidente, hoy, ya en ejercicio, podrá desembrollar lo que habló y escribió, lo que habla y escribe. Si la X en matemáticas es lo misterioso que debemos descubrir, similar ocurre con las ecuaciones de la X del primer mandatario.
Los atenienses mantenían torneos de solución de acertijos; y fue fuerte su democracia. Hasta un filósofo profundo como Platón se ocupó del tema. San Agustín también. Porque son enseñanzas de vida, exigen paciencia y atención a los detalles, persistencia y concentración. Aceptar el desafío ante la sorpresa y las circunstancias engañosas. Comprender que las soluciones vienen como en los rompecabezas: toda pieza que no encaje no es una equivocación, es acercarse al desenlace correcto. Madurez: me río de las asechanzas.
Refieren que Homero, el príncipe de los poetas, memoria parecida a la inteligencia artificial, murió atormentado por un acertijo de unos meros pescadores, muchachos guasones. Homero les preguntó cómo había sido la jornada y respondieron: “cuantos cogimos los dejamos, cuantos no cogimos los llevamos”. Falló el vate, piojos y no peces: dejaron aquellos que cogieron, y cargaron con los que no pudieron coger.
La física cuántica es manantial de acertijos. A nivel de átomos la naturaleza opera enigmáticamente. Comprobado. Una partícula puede estar en dos lugares al mismo tiempo; la luz, a veces es partícula y a veces onda; el gato de Schrodinger en su caja puede estar vivo y muerto al mismo tiempo; el tiempo podría deshacerse en la llamada “paradoja del abuelo cuántico”: una partícula podría accionar en el pasado, sin crear contradicciones; los agujeros de gusano pueden conectar, realmente, diferentes momentos del pasado y del presente.
Para Einstein el tiempo se curva. Toda línea así formará un círculo, regresará a su origen, y vuelva a empezar. ¿Tiempo circular con el tema del eterno retorno? ¿Dentro de millones de años volveremos a vivir lo ya vivido? He allí la solución del acertijo de la reelección de Petro, la del pastor Saade, por fortuna remota y no en el 2026.