Si el día de mañana despertásemos en el 2055 podríamos encontrarnos ante un desafío existencial: China, con su cultura y sistema político gobernando el mundo. Desafío existencial que supone una pérdida en la esencia misma de lo que somos, nuestra profunda identidad, su ética y valores. Con China sería todo lo contrario.
¿Cómo funciona China políticamente hoy? Solo hago referencia a dos principios nuestros, fundamentales. La justicia, que allá no existe, pues está controlada por el Partido Comunista. Y los derechos humanos, en su cultura confuciana no los hay individuales, solo los hay colectivos. Y estos los define el Partido. No existen derechos políticos. Hay una consigna, escrita y obligatoria, permanente, del Comité Central: desacreditar los derechos humanos en su concepto occidental.
¿Cómo funciona China hoy en relación con esos derechos humanos individuales? Una obsesión por el control. El Partido puede conocer todo lo que se habla por teléfono; 750 millones de cámaras registran cada paso de los ciudadanos, personas con las que hablan, a donde entran. Cualquier gesto raro es motivo de seguimiento especial. El ánimo persecutorio es internacional. Un caso entre muchos. Teo Hui, acusado por protestar, debió exiliarse con toda -toda- su familia en Australia. Sin reatos, el Gobierno chino ofrece una recompensa de 150.000 dólares a quien facilite su captura.
¿Cómo funciona China como imperio? Solo dos casos. Se anexó el Tíbet, vigilancia, represión, un millón de niños internados para educarlos en el Partido Comunista Chino; miles de presos de conciencia, miles desaparecidos. Con elocuente acercamiento a lo totalitario, los chinos se han reservado el derecho de escoger el sucesor del Dalai Lama. Los uigures, minoría étnica, sufren: les impiden profesar su religión, sometidos a esterilizaciones y abortos, se ha llegado a obligarlos a vivir en sus residencias con un agente del Gobierno, para controlar hasta sus entradas al inodoro. Un millón de ellos, sin delito, en campos de concentración.
Con estos antecedentes, ¿cómo pinta China usando la nueva tecnología y la inteligencia artificial?
La historia demuestra, entre otras, cuatro cosas. Una: Los imperios imponen cultura y sistemas de gobierno (al amparo chino, multiplicados Maduros, Ortegas, Putines, adiós democracia en el mundo). Dos: En nuestro cerebro está la necesidad de defendernos de nuestros semejantes, manejándolos o manipulándolos. Tres: Hombres y pueblos de poder siempre buscarán aumentarlo. Cuatro: Toda nueva técnica de poder se utilizará, desde Caín con su quijada de burro, pasando por hachas, flechas, pólvora y hasta la bomba atómica.
Hoy, la lista de posibilidades de dominio sobre nuestra mente es larga. Solo algunas. Ben Williams, en “Datos cerebrales”, aunque se refiere a la educación, habla de “neurogobernanza”, y afirma: “El cerebro humano puede ser examinado, modelado, entendido y manipulado”. De otro lado, existe la “optogenética”. Se escanean las neuronas bases de distintas funciones cerebrales, como la memoria, el miedo y otras; y mediante la luz se estimulan o neutralizan. Es el manejo de nuestras emociones. Inmensas las posibilidades con la implantación de chips en los cerebros.
En la antigüedad el desafío existencial para los derrotados era la esclavitud física. 2025: el imperio chino ejercerá la esclavitud cerebral.