Muchas personas afirman, con total convicción, que “el universo conspira en contra o a favor”, pero mientras más camino recorro, liderando organizaciones, con mis conferencias y mis consultorías, me ha quedado claro que el verdadero enemigo no está afuera. Lo encontramos más bien en esas voces internas, esos miedos que usualmente subestimamos y esas terribles historias que nos contamos cuando nadie más las oye.
Todavía, sentado en silencio, me he sorprendido enfrentando el reflejo de una persona que creía superada. Esa voz que susurra “no es el momento”, que recuerda tus fracasos, y pone en duda algunas decisiones, es sutil, persistente, y en muy buena medida, destructiva.
Mientras los otros enemigos como los competidores, el entorno, las crisis externas y los problemas de recursos son fáciles de identificar, este enemigo interno es invisible, cotidiano y peligroso, porque de manera soterrada hace daño desde adentro.
Compararse con vidas que no vivimos y no controlamos, nos roba confianza, entusiasmo y autenticidad. Cuando estamos demasiado pendientes de lo que otros tienen o hacen, dejamos de cultivar lo que somos. Como líder, estas comparaciones erosionan tu estilo único y tu forma de inspirar.
Son esas historias que repetimos: “esto ya lo intenté”, “otros lo hacen mejor que yo”, “no es mi momento”, “esperemos que las condiciones estén dadas”, “pensémoslo mejor”; narrativas poderosas que construyen una realidad, obviamente si las creemos. Pero como siempre lo hemos sostenido, ante este tipo de amenazas, lo más adecuado es hacer mucha conciencia y proceder con el fortalecimiento del ser, logrando que se transformen y terminen desapareciendo.
No todo lo que se siente como miedo es malo; la prudencia también tiene su lugar. Pero cuando usamos el miedo para no asumir riesgos, evitar incomodar, o no exponernos, nos quedamos en zonas de confort que muy poco crecimiento permiten. Los líderes que trascienden saben reconocer cuándo el miedo habla, y escucharlo prudentemente para tomar decisiones valientes.
En mi experiencia he visto líderes derrotados tanto por un ego insoportable como por un ego herido. El que siempre tiene que aparecer, el que no acepta críticas, ese que se siente destruido por una mínima desaprobación. Estos comportamientos impiden la apertura, el aprendizaje y el liderazgo auténtico.
El peor adversario de un líder no se encuentra en la oficina, en el mercado, ni siquiera en la competencia. Está dentro. Y vencerlo no significa eliminarlo, eso es imposible; lo que hay que hacer es reconocerlo, controlarlo, aprender de él y transformarlo en un impulsor de tu crecimiento.
Si hoy me preguntan: “¿cuál ha sido su mayor enemigo?”, puedo afirmar, con total certeza, que he sido yo mismo, pero también puedo decir que gracias a este enemigo aprendí quién soy y a retarme como parte de mi crecimiento. Porque cuando vencemos ese enemigo interno, todo lo demás termina por rendirse.
Los invito entonces a emprender esta lucha silenciosa, a través de la cual se desarrolla el líder que realmente inspira y transforma.