Conversación imaginaria sobre temas nada imaginados:
Irene: Viky, ¿otra vez citando la columna de Enrique Pava en LA PATRIA, “CUT vs. Manizales”? Culpar a los sindicatos de la crisis del empresariado caldense, como hace Pava, ¡es como culpar al médico de la enfermedad! Criminaliza la defensa de los derechos laborales en lugar de criminalizar la explotación.
Viky: No son opiniones, son datos duros. Cuando los paros paralizan una empresa, ¿quién paga los platos rotos? Los mismos trabajadores que se quedan desempleados. ¡Eso lo vimos en Caldas con la industria textil!
Camilo: Viky… yo necesito un trabajo estable, y si una empresa cierra, por un paro prolongado, me quedo sin mercado en casa. Pero mi papá tuvo una pensión digna gracias a su sindicato. ¿Por qué ahora nos hacen ver la defensa de derechos como una amenaza, en vez de un logro?
Viky: Porque el mundo cambió, Camilo. La competitividad global exige flexibilidad laboral. ¿O crees que las empresas sobreviven con reglas rígidas de los años ochenta?
Irene: ¡Ah, sí! La flexibilidad de que te paguen por tarjetitas, sin salud ni pensión y con vacaciones no remuneradas… La riqueza que generamos no se queda aquí, se la llevan a paraísos fiscales, a las cuentas de los mismos que piden recortar costos. Su competitividad es sinónimo de explotación pura.
Camilo: Irene tiene algo de razón… El año pasado el dueño de la obra donde trabajé se compró una camioneta de lujo, y a los tres meses nos despidió a casi todos, que porque ya no había plata. Algo no cuadra.
Viky: Son casos aislados, Camilo; la mayoría de empresarios arriesgan su capital y generan empleo real. El problema son los sindicatos que piden lo imposible y ahuyentan la inversión.
Irene: ¿Inversión en qué? ¿En contratos basura? Enrique Pava en LA PATRIA repite ese libreto trasnochado para ocultar la verdadera crisis: la vulgar concentración de la riqueza. Nos hacen creer que el antisocial es el que exige los derechos, no los que nos los niegan.
Camilo: Es verdad… A mí me da miedo que me digan “problemático” solo por pedir lo justo, pero al patrón nunca le preguntan por qué no paga prestaciones sociales, o por qué subcontrata para evadir responsabilidades.
Viky: ¡Exageras! Hay normas que cumplir, pero los sindicatos deberían adaptarse a los nuevos tiempos, no bloquear el progreso económico.
Irene: ¿Progreso para quién? ¿Para el que contrata sus empleados sin seguridad social? Viky, tú defiendes un sistema donde la dignidad laboral es un gasto. Camilo tiene miedo de reclamar lo justo, eso no es progreso, es retroceso social, neoliberalismo medieval, decía el presidente Gustavo Petro.
Camilo: Nunca lo vi así… Nos hacen sentir culpables por querer un salario justo. Mientras el patrón vive sin afanes nosotros sobrevivimos con trabajos temporales; el que lucha es el radical, nunca el que explota.
Irene: Exacto. Nos meten miedo y nos dividen. El sindicalismo no es el problema, es la única trinchera que tenemos contra la desigualdad estructural. Afortunadamente contamos con un gobierno que se preocupa por nosotros.
Viky: ¡Dejen de morder la mano que les da de comer! Los medios deben promover la gratitud, no los resentimientos. ¡Sin empresarios no hay progreso que valga!
Irene: ¡Claro! ¿Y también deberíamos agradecer las pensiones miserables y los contratos basura? ¡Pava y ustedes deberían escribir un manual: cómo explotar sin que se quejen!
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Posdata: la desinformación y la polarización fanática y sin criticidad dificultan la unidad popular sobre, por ejemplo, la protección social, el empleo digno y la participación social.