En política pocas palabras impactan tanto como “bando” (tomar partido), que para la psicología social significa que los humanos nos dividimos en grupos para reforzar identidades y pertenencias, y para diferenciarnos de los otros, aunque con frecuencia exageremos esas diferencias, como lo explica Henri Tajfel (teoría de “la identidad social”). Philip Converse (Sicólogo Político) señala que esta dinámica influye en la forma como tomamos decisiones electorales.
El problema aparece cuando convierten el miedo en la herramienta para dominar: se siembra la idea de que apartarse de un bando (grupo o posición) es traición, y que la única opción es obedecer, incluso contradiciendo el proyecto colectivo. Esta tensión atraviesa la historia política colombiana: conmigo o contra mí, dirán los fanáticos; y es aquí donde se aparece la propuesta que lidera Gustavo Petro que insiste en que el pacto verdadero no es entre partidos o directorios, sino con la ciudadanía.
Ese llamado a la unión con las bases no es nuevo: desde mediados de los 80 distintas expresiones sociales y políticas han intentado converger en torno a la paz y la democracia, por ejemplo, la Alianza Democrática M-19, el Polo Democrático Independiente, luego Alternativo, o el Pacto Histórico, que buscaban sumar más voces ciudadanas.
Sin embargo, como diría Irving Janis en su análisis sobre el pensamiento de grupo, muchas de estas experiencias se quedaron atrapadas por condiciones de cohesión interna (la unidad -forzada- de la que hablan la derecha y la izquierda tradicionales), sacrificando el pensamiento crítico. Los partidos y movimientos han sido, muchas veces, inferiores al reto de construir un frente amplio real, donde la gente sea el corazón de las decisiones.
Tras las campañas de 2018 y 2022 se evidenció una clara diferencia: para el Progresismo la convocatoria de Gustavo Petro significa abrir la democracia y escuchar a las comunidades; para los directorios partidistas se reducen a sumar para ganar y a defender privilegios.
La pregunta central en esta disyuntiva es: ¿cómo ser coherente con un bando y, a la vez, lograr mayorías en un escenario tenso, atravesado por el miedo provocado y promovido por la extrema derecha como forma de control? Aquí resulta iluminador el aporte de Albert Bandura quien, con su teoría de “la agencia” (autonomía, reflexión y autorregulación), subraya que no tenemos que ser marionetas de las circunstancias, ni de las presiones externas; que ejercemos capacidad de autorregulación, reflexión y acción intencional. En términos políticos esto significa que, incluso en contextos de presión y manipulación, los ciudadanos podemos -y debemos- reconocernos capaces de resistir, de tomar decisiones críticas y de orientar cambios colectivos.
Desde la mirada de Gustavo Petro y el progresismo, la respuesta a esta disyuntiva está en reafirmar el pacto con la gente: devolver a los sectores históricamente marginados y excluidos el poder de construir colectivamente la estrategia política y la capacidad de decidir, incluso, en cómo queremos ser gobernados, y quiénes nos representen y nos gobiernen.
Hoy Colombia necesita mayorías coherentes con el cambio. Esas mayorías no se logran solo con acuerdos entre élites y directorios, es confiando activamente en la capacidad transformadora y constituyente de la ciudadanía.

Posdata: Magistral Gustavo Petro en la ONU: criticó el racismo y el mesianismo; señaló los responsables del genocidio en Gaza, y defendió la dignidad colombiana y Latinoamericana. Mientras en Colombia algunos medios titulan desdibujando el sentido y la importancia de la intervención, en el mundo califican la intervención de nuestro presidente como memorable. ¿Nadie es profeta en su tierra?. 

Psicólogo, Especialista en Docencia Universitaria, Master en Educación Ambiental, Trabajador Comunitario.