Personas que carecen de formación para desempeñar determinados cargos, que requieren, según costumbres universales de vieja data, conductas formales en las relaciones internacionales, hacen el ridículo y tienen actuaciones inadecuadas, que hacen sonrojar a las comunidades que representan, sin que, con cinismo y actitud olímpica, a ellas se les dé nada.
Estados de variadas ideologías, como el Vaticano, las cortes europeas, los países socialistas, las dictaduras, las democracias representativas, y los gobiernos y los dignatarios que los representan, acatan y respetan modales, trato personal, comportamiento, vestuario, etcétera. La excepción a tales normas, acatadas universalmente, son emergentes insuflados por la prepotencia, y motivados por elecciones democráticas ganadas, que seguramente, como las golondrinas de Bécquer, “no volverán”. Esos personajes hacen el ridículo y tienen conductas inadecuadas prevalecidas de sus cargos. “Soy el presidente de Colombia, con más de once millones de votos que me eligieron, y puedo hacer lo que me dé la gana hasta el 7 de agosto de 2026”.
Ajeno a los buenos modales e ignorante del protocolo, Hugo Chávez, presidente de Venezuela. en una recepción oficial en el palacio de Buckingham, intentó saludar de beso a la reina Isabel II, lo que obligó a la soberana a dar dos pasos atrás. Nikita Jrushchov, representante de la Unión Soviética en la ONU, protestó alguna decisión de la organización multinacional golpeando la curul con un zapato. Quedó como un zapato. La ministra de minas y energía de Colombia, señora Vélez, asistente a una recepción oficial en el palacio de la Zarzuela, en España, presidida por los reyes, Felipe VI y su esposa doña Letizia, se presentó con traje oscuro largo y tenis blancos, porque así se sentía más cómoda, según se justificó.
Los anteriores son casos de forma, que no pasan de la anécdota. Otra cosa son los temas trascendentales, como presentarse el presidente de Colombia ante un foro de países europeos a descalificar el uso de combustibles fósiles para evitar las emisiones de carbono que afectan el clima, posando como líder mundial de la causa, y acto seguido suspender en su país la explotación de petróleo, gas y carbón, sin disponer de sustitutos, lo que está produciendo una crisis económica que afecta a la empresa más grande del país, propiedad del Estado y de millones de inversionistas menores, y amenaza a corto plazo con abocar a Colombia a importarlos, encareciendo el costo de servicios públicos esenciales. Lo de cubrir la caída de las utilidades de Ecopetrol exportando lechona al Japón no pasa de ser una payasada.
Mientras el gobierno presenta una reforma tributaria para cubrir el déficit del presupuesto con nuevos impuestos, los costos de la nómina oficial crecen, y los viajes del presidente al exterior, con costosas comitivas, son constantes; y absolutamente improductivos. Lo único que dejan es el oso presidencial por las absurdas propuestas que hace para mejorar el mundo a su manera, que los medios registran divertidos y alimentan la producción de memes y caricaturas.