A raíz de la decisión tomada por el gerente del Patrimonio Autónomo de Aerocafé, Fernando Merchán Ramos, de abolir la limitación de los proponentes en la licitación de la primera fase a una preselección, vuelven a salir voces de alerta por lo que podría pasar con el proyecto y con las posibilidades de que se vea frustrada su realización.
Nada más alejado de la realidad, pues esta obra es ley de la República, de autoría de Carlos Felipe Mejía (de obligatorio reconocimiento), y su destrucción solo podría originarse en otra ley que la derogara. Lo mismo pasa con sus recursos, pues tienen una destinación específica, y la misma ley los blindó para evitar que las intenciones de sus enemigos, terminaran minando las finanzas del proyecto.
Pero lo más triste es que los culpables de su dilación hemos sido los mismos caldenses.
¡Por pusilánimes! Porque el problema no es la magnitud de la obra; ni el suelo de ceniza volcánica (el mismo suelo en el que está construido todo Manizales); ni la lentitud del Estado; ni que sus principales enemigos sean coterráneos que han tenido poder para bombardearlo desde adentro; ni que politiqueros millonarios hayan querido frustrar su construcción para desviarla hacia sus latifundios familiares y acrecentar su riqueza; ni que se haya urdido una trama gigantesca para utilizarla como arma electoral; ni que el adanismo haya sido característico, pues cada administración, en su oportunidad, trata de desechar lo construido para partir de “ceros”, porque “ahora sí” llegó el hombre de la soluciones; ni que las ías hayan involucrado a cientos de personas a quienes les dañaron reputaciones y patrimonios para terminar absolviéndolas o liberándolas de sus cargas; y ni siquiera la falta de presupuesto porque, como dijimos arriba, está en fiducia y debidamente garantizado.
El problema es que nos ha faltado valentía para encarar de frente a nuestros enemigos; porque conociendo sus nombres, sus acciones, sus propósitos, sus maquinaciones, sus alianzas macabras, y hasta sus saqueos cuando han tenido la dirección del proyecto, los hemos cubierto con nuestro silencio y fortalecido con nuestra complicidad y connivencia.
Porque hemos preferido callar ante la seudo majestuosidad de ídolos de barro que nos han dominado durante décadas. Incluso hoy, cuando nos dieron el golpe de Estado en la Gerencia de un Patrimonio que debería ser AUTÓNOMO (así, con mayúsculas), actuamos con pusilanimidad y terminamos aceptándolo para evitar represalias desde el Gobierno nacional que lo impuso, en medio de serias dudas de legalidad, y que nos arriesga a que impere la ambición personal y el oportunismo politiquero que puede significar otra dilación en el tiempo.
De todas maneras, Aerocafé está asegurado porque le sobra lo que a muchos proyectos les falta: recursos. Pero inseguro, porque a nosotros nos falta lo que a muchas regiones les sobra: sentido de pertenencia, unión gremial, política y social, y valor para encarar públicamente a los enemigos para derrotarlos de forma definitiva.
¡Lo tenemos todo, pero si no superamos la pusilanimidad, lo perderemos todo!