Mañana 20 de Julio se instala un nuevo período de sesiones del Congreso de la República, el último. Y mañana también será el último “informe a la Nación” del presidente Petro.
Desde el punto de vista de su composición, el Congreso elegido en el 2022 es más plural, más joven y más renovado, (48%). Por primera vez la izquierda se organiza en un bloque e influye en muchas decisiones importantes. Al mismo tiempo este ha sido un Congreso desorganizado, un poco anárquico (más de 30 partidos actúan en su espacio), y eso ha dificultado el manejo del tiempo y el desarrollo de los debates.
Como es normal en los regímenes presidencialistas, Gustavo Petro no logró mayorías. Con ayuda de Roy Barreras armó en principio una coalición que le funcionó por unos pocos meses; logró la aprobación del Plan de Desarrollo, el presupuesto de la Nación, una reforma tributaria, el Tratado de Escazú y el marco jurídico para la paz que luego tumbó parcialmente la Corte Constitucional.
Una vez desbaratada esa coalición inverosímil, las relaciones entre el legislativo y el ejecutivo se tornaron difíciles. Petro olvidó que su primera responsabilidad era lograr gobernabilidad. Los llamados a la unidad, vehementes en su posesión, fueron rápidamente superados por un lenguaje hostil, confrontacional y desafiante, que hizo imposible hasta hoy, un diálogo edificante, productivo y útil entre esas dos ramas del poder público.
La agenda legislativa se llenó de vicisitudes: o no llegaron las iniciativas del Gobierno, o se malograron en mitad del camino, o equivocaron su procedimiento. Entre las que no llegaron están las reformas a las leyes de servicios públicos, de educación básica y superior, de reforma al Icetex. Terminaron siendo promesas incumplidas del Gobierno en el marco de su campaña electoral. Se malograron varios intentos de reforma política y electoral, la legalización del uso adulto de la marihuana.
La apuesta del Gobierno ha sido por las reformas sociales: a la salud, a las pensiones y al régimen laboral. En la discusión de estas propuestas se han manifestado la conflictividad y los desencuentros entre Gobierno y Congreso: en el caso de la salud, la propuesta sigue anclada en la Comisión VII del Senado. Mientras el sistema de salud se ahoga en el pantano de la desinformación y el cálculo político, el proyecto no avanza. Con dos ponencias sobre la mesa, lo que se espera es que la discusión se desatasque antes del colapso del sistema que muchos ya ven inevitable y cercano.
La reforma laboral implicó un pulso político de alta intensidad que terminó ganando Gustavo Petro, y ojalá, los trabajadores colombianos y el país. La amenaza de una consulta popular le hizo entender al Senado, primero que las leyes no hay que archivarlas sin discusión, si no tramitarlas, debatiéndolas.
En igual sentido la Corte Constitucional al modular la sentencia de constitucionalidad de la ley de reforma pensional, le ordenó a la plenaria de la Cámara que la discutiera, en el entendido que las leyes hay que discutirlas y no simplemente aprobarlas por pupitrazo.
Por lo que hemos visto y oído esta semana, la atmósfera política sigue enrarecida. Decisiones pendientes como la elección de las mesas directivas de Senado y Cámara y Comisiones dirán, en parte, cuál es el futuro de los proyectos que el Gobierno tiene y quiere presentar: tiene que presentar el proyecto de ley de competencias que desarrolle el acto legislativo que reformó el Sistema General de Participaciones para darles más autonomía a las entidades territoriales y el proyecto de presupuesto para el 2026. Y quiere presentar un proyecto de reforma tributaria para recaudar 19 billones de pesos. Espero que los dos primeros tengan buen suceso.