He escrito de muchas personas que merecen el reconocimiento, de una sociedad ensimismada en otros tipos de intereses, en un mundo que cambia con rapidez y sin freno, dejando atrás lo que fueron esos paradigmas que la hacían especial, llena de valores y reconocidos ciudadanos de bien.
Aunque son muchas las personas de las que se puede escribir, por algo que las hace sobresalientes, no es fácil hacerlo, contando con detalle las razones por las cuales merecen el reconocimiento. Pero seguiré con este intento de reconocerlos, aunque estos artículos, para muchos grupos de personas, incluidos por supuesto los “sabelotodo”, no tienen ninguna importancia, porque no están sacando a la luz escándalos privados o públicos, ni están cuestionando a las personas que, con su comportamiento, su falta de conciencia y mucho cinismo, son los mejores motores para las columnas de un periódico.
Hoy escribiré sobre un personaje ampliamente conocido en la ciudad, que, en el ejercicio de sus funciones, cuando fue empleado público, lo hizo con transparencia, con pulcritud y con decoro, sin manchas en su profesión.
Fue magistrado administrativo de Caldas, labor que desarrolló con ética sin par, convencido como está, de que el ejercicio del Derecho, arte noble, tiene que ser realizado con transparencia sin limite; con actos incuestionables desde el punto de vista jurídico, cuando se trataba de sus fallos, pero con un sentido humano, que lo hacía profundamente respetuoso con la persona que por alguna circunstancia estaba sometida a su riguroso escrutinio. Será recordado siempre en las altas cortes de Manizales y Caldas, como un paradigma de conocimiento, decencia, pulcritud y ética.
Posterior a su salida de la magistratura, abrió su propio grupo de abogados, que atienden con los mismos principios que él postuló, a las personas que, por alguna circunstancia de la vida, requieran de sus servicios.
Escribo del doctor Carlos Eduardo Arango Mejía, un hombre diáfano, que, con un grupo de profesionales, tan dignos y bien formados como él, en el área de esa profesión, tiene sus oficinas en el edificio El Castillo en la avenida Santander.
Fue y sigue siendo un referente para las nuevas generaciones de abogados, que se forman en Manizales, para hacer el modo de desarrollar el arte bien y hacerlo bellamente. No engaña, no da falsas expectativas, es realista y ecuánime, pero sobre todo es un experto en lo que hace, ejercicio al que le dedica todo su tiempo con pulcritud y eficiencia.
Su equipo de trabajo es digno de admirar también, pues está conformado por profesionales idóneos y honestos en un arte en el que hay mucho “abogaster”, cosa no muy común en Manizales, donde la Rama Judicial ha sido en general, con las excepciones que obviamente hay, ejercida por personas de honestidad y decencia sin par, además de tener muy altos niveles de conocimiento en sus diferentes áreas.
El doctor Arango además de ser un excelente profesional, es un buen amigo, tiene una vasta cultura, de la que no se ufana, manteniendo su ejercicio con el bajo perfil que caracteriza a los mejores. Personas como el doctor Carlos Alberto Arango y su equipo son merecedoras de todo los aplausos y reconocimientos de los ciudadanos de Manizales, que tienen en él un faro moral digno de imitar.