Hoy escribo sobre una familia que ha sido conocida en la región por sus múltiples aportes a la sociedad. Conforman un grupo familiar de cuatro mujeres destacadas, que se han caracterizado por su dedicación al trabajo, su acompañamiento a los familiares que cada una de ellas tiene, con los que han logrado destacarse en Manizales.
Ellas con su honestidad a toda prueba, su dignidad personal y su bien y cultivado amor al trabajo, han tenido empresas que, a pesar de las dificultades, han terminado por sacar adelante, contando las que han liquidado por la imposibilidad para hacerlas viables en un país en el que hacer empresa no es fácil, exige trabajo, dedicación y disciplina.
Hablo de las hermanas Armel. Gloria fue señorita Caldas en 1957, representando muy bien al departamento. Posteriormente se dedicó a sus negocios personales y tuvo una familia digna, con unos hijos que siguieron sus huellas y han sido personas de bajo perfil, pero destacadas. Es importante resaltar la vida de su hija Ana María, que con disciplina y superando el dolor infinito que produjo la muerte de su pequeño hijo hace muchos años, se sobrepuso con esfuerzo para tener una familia digna, honesta y decente.
No podríamos dejar de hablar de Piedad Armel de Escobar, una mujer excepcional, cuyo esposo, Gabriel, manejó durante muchos años el Sena en Manizales, ciudad que abandonaron por las presiones políticas ejercidas contra él por incorruptible, lo que los llevó a vivir en Bogotá, donde con sus hijos, Pablo y Marcela, vivieron con todo el decoro y honestidad.
Su hijo, Pablo, un biólogo destacado, trabajó en una organización internacional, con dedicación, disciplina y éxito. Hoy está dedicado a la industria de los jabones. Su hija Marcela, una mujer bella de corazón y limpia de alma, un día sufrió un desmayo en el Club Manizales, con paro cardíaco, siendo reanimada por el doctor Giraldo, un reconocido cardiólogo de la ciudad. La acompañé en su recuperación, sin descanso y sin intereses distintos a la solidaridad. Lamentablemente quedó con una secuela, una hemiparesia izquierda, con las limitaciones que eso produce generalmente en las personas que la sufren. Pero ella, con la dedicación absoluta de sus padres, un trabajo incansable que hicieron hasta que logró ser funcional y continuar su vida como si no tuviera secuelas, formando su propia y linda familia.
Guiomar, otra de las hermanas Armel, se casó con Pedro Delgado, formando una familia unida y ejemplar. Los recuerdo mucho por sus actividades y el trabajo de Pedro en el ramo de los seguros, en los que dejó estampada su firma, limpia y sin mácula.
Finalmente, Stella, casada y hoy viuda de mi amigo Sanín, dedicado a la agricultura y el café, con quien tuvo dos hijos: Mauricio y María del Rosario. Todos dignos de admiración y respeto, honestos y transparentes. Tuvo un restaurante en su casa esquinera y grande, donde vivían en apartamentos separados, su mamá, ella y Guiomar. Cuidaron de su madre con dedicación y afecto hasta el día de su muerte. Por las cosas del destino se fueron vivir a Barranquilla, donde trabajaron sin descanso hasta volver a Manizales.
Hoy toda la familia de “las Armel” viven en Manizales. Personas como ellas y todos sus allegados, merecen el aplauso y admiración de una ciudad en la que ser honesto y decente sigue valiendo la pena, eso que destaca a las mejores personas de la ciudad.