‘Mayor’ es el grado comparativo del adjetivo ‘grande’, ‘que sobrepasa a alguien o algo en cualidad o cantidad’, por ejemplo, ‘la producción de café es mayor en el Huila que en Caldas’. Hace también las veces de adjetivo regular, como en la ‘Semana Mayor’ (la Semana Santa) y el ‘libro mayor’, en contabilidad. Puede, además, sustantivarse (‘el mayor de los hijos’) o desempeñarse como plenamente sustantivo, verbigracia, ‘los niños deben respetar a los mayores’. Y son muchas las otras formas como puede emplearse en la oración, pero no como lo hizo el editorialista de LA PATRIA en esta advertencia: “...que las encuestas nacionales se hagan en ciudades mayores a 800 mil habitantes...” (17/7/205). En esta frase, el adjetivo queda fuera de lugar, porque tampoco me parece que pueda emplearse con la preposición ‘de’, a pesar de que decimos ‘los mayores de veinte años’. Por esto, el autor debió buscar otra manera de hacerla, por ejemplo: “...en ciudades de más de ochocientos mil habitantes...” o “...con más de...”.

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La preposición ‘a’ introduce complementos indirectos (‘le llevó un regalo a su amiga Ifigenia’), y, a veces, complementos directos, cuando éstos, como lo he indicado en múltiples ocasiones, son de persona, o, de alguna manera, rigen la preposición para personificar o determinar. Interviene también en la formación de muchas locuciones que le dan viveza a la redacción, como ‘a la topa tolondra’, ‘a machamartillo’, ‘a las volandas’, ‘a la buena de Dios’, etcétera. Pero, usada ‘a la topa tolondra’, vicia la redacción, por ejemplo, en la siguiente muestra: “Autorizan a ejecutar regalías” (LA PATRIA, Supimos que..., titular, 17/7/2025). En esta oración, evidentemente, sobra la preposición, porque ‘ejecutar’ no es complemento indirecto, sino ‘directo verbal’, ya que la acción del verbo transitivo ‘autorizar’ cae directamente sobre el verbo ‘ejecutar’, y aquí no se presenta ninguna de las dos excepciones arriba citadas. Lo que se aprecia más claramente si decimos ‘autorizan la ejecución de...’. Este error es frecuente con el verbo ‘mandar’: dicen ‘lo mandó a matar’ (como si fuera un encargo) en vez de ‘lo mandó matar’. Y es extraño que los que incluyen la ‘a’ innecesariamente la omiten cuando se necesita, como en este anuncio: “Zelenski visitará Colombia en noviembre” (Ibídem, Mundo). “...visitará a Colombia...”, porque ‘Colombia’ es nombre propio, y los nombres propios... usted sabe: uno no dice ‘visité Carlos’, sino ‘a Carlos’.

Elemental.

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Las palabras nuevas (neologismos), si acuñadas con el sello del idioma al que llegan y se necesitan, son aceptables y aun bienvenidas, pues enriquecen su léxico. Que no es el caso del vocablo ‘habitancia’, utilizado por la columnista Beatriz Peralta Duque en su artículo “De la exclusión al derecho a habitar con dignidad”. Así escribió: “Urge construir una estrategia (...) de atención a personas en situación de calle en Manizales, que garantice el derecho a la habitancia” (LA PATRIA, 19/7/2025). Y no es el caso, digo, porque, en primer lugar, la desinencia ‘-ncia’ (‘-ancia’ o ‘-encia’, según la palabra de origen) sirve para formar sustantivos ‘abstractos’ de muchos significados, como ‘importancia’ y ‘sugerencia’. En segundo lugar, no es necesario, pues el sustantivo ‘habitación’ (‘acción y efecto de habitar’) expresa cabalmente la idea de la redactora, a saber, ‘un lugar donde alojarse’, en términos generales, el significado de ‘habitación’. Nota: de este sustantivo los diccionarios dan como sinónimo el término ‘habitanza’ –por su desinencia, sustantivo ‘concreto’–, desde hace ya muchísimos años considerado obsoleto.