
Foto | J. Lugo | LA PATRIA | PEREIRA
Dewell Narváez, fundador de la Orquesta Narváez estará en concierto sinfónico con la orquesta de Pereira, Son de Cuba.
Reincarnation
La reencarnación es una nueva oportunidad que da la materia para que un alma vuelva al trasegar emotivo de la vida. A lo mejor cada persona que escribe o lee en este instante ya estuvo sobre la tierra sorteando otros azares que no recuerda. Por no tener memoria de su anterior paso tiene que aventurarse y buscar respuestas.
A pesar de no tener la certeza de haber existido, cada uno entiende que tiene una oportunidad de dejar algo para ser recordado, ya sea en grupos familiares, subculturas o a nivel global. Todo lo que hacemos en las horas que tenemos de vida es para buscar el recuerdo.
La humanidad aprovecha los relojes para dejar sus huellas, en esa pieza que alguien llamó el mausoleo de las penas y esperanzas, los hombres y mujeres se atan para decir algo, para dejar un pedazo del alma que habitó en esta tierra, antes de que el conteo llegue a su fin y empiece de nuevo el proceso.
En pinturas, canciones u obras de arte, se busca llegar a otra alma que conecte con lo que se dice; la humanidad trata de continuar su paso, buscando justificación y sentido a lo que hace. Hasta hallar, por fin, la conexión con su antigua existencia.
Algunos, como Dewell Narváez músico neoyorquino, encuentran la conexión por intuición. Desde muy pequeño sintió el paso del tiempo acechando su alma. A los 14 años empezó a escribir lo que veía en su entorno: el impacto de las mafias, la nostalgia de un pedazo de tierra que no conoció, los desengaños amorosos.
Todo eso lo escupía en sus cuadernos, dejando entrever un espíritu ansioso por decir algo, por enfrentarse a una forma de mundo que lo ahogaba.
La Nueva York de los años setenta del siglo XX, vivía una migración en masa de latinos, en especial de puertorriqueños, que, a pesar de tener nacionalidad estadounidense, eran segregados.
La mafia
La familia de Dewell era respetada y musical. Especialmente los Narváez. Con ese orgullo corriendo por sus venas, empezó a buscar su identidad, al inicio en la percusión y en las cuerdas, pero fueron los trombones los que le permitieron sonar aguerrido y nostálgico.
Aprendió a interpretar el instrumento desde los guateques del Brooklyn. Allí conoció la clave, la síncopa, pero sobre todo el desarraigo de habitar una ciudad hostil.
El mejor nombre para la orquesta fue el apellido familiar de su padre. A pesar de que estuvo separado de su madre, y durante una década no lo vio, Dewell quiso ser embajador de la tradición heredada.
“Yo no sabía que era terapia, pero sí lo fue. Yo me crié sin mi papá desde los 9 hasta los 19 años. A veces no se comía bien, los padres peleaban. Pero uno sigue. No hay que dejarse vencer”, afirma.
Su madre, que siempre estuvo, le acolitó el ruido. En ese mundo neoyorquino burbujeaba el rock psicodélico junto al free jazz y la salsa. Era un ambiente que permitía explorar arreglos y combinar mundos opuestos.
Al principio, no fue fácil encontrar el estilo, pero sus maestros le abrieron la mente con nueva música, y desde el conservatorio, Dewell encontró la forma de narrar su desarraigo desde la Orquesta Narváez en clave de salsa.
No era fácil ingresar en el ambiente efervescente de la música latina en ese momento, liderada por nombres de la altura de Pacheco, Harlow o Barretto, pero con su espíritu dispuesto para la batalla, Dewell formó una orquesta de músicos del condado para cantarle de frente a lo que ellos querían.
Aún así, ingresó al sello Tico y le dieron la oportunidad de grabar. Su música era contestaría y agresiva: directa.
El amor de Puerto Rico
Dewell no fue ajeno a su realidad. En esa década las protestas que hicieron los Young lords, un grupo de jóvenes que lucharon por los derechos de los latinos en Nueva York lo influenciaron.
Conocía la isla por las historias familiares, pero aún así su arraigo a Borinquen fue como el de cualquier puertorriqueño nacido en Ponce o en Mayagüez.
“Muchos de nosotros éramos nacidos en Nueva York, pero teníamos a Puerto Rico en el corazón. Había un botón que decía eso. Era el tiempo de los Young Lords, de levantar la bandera en la Estatua de la Libertad”.
Canciones como El amor de Puerto Rico nacen de esa conexión. “El puertorriqueño fue tratado como inmigrante a pesar de tener ciudadanía desde 1917. Después del afroamericano, creo que fue el grupo más discriminado en Nueva York. Pero ahí seguimos, con dignidad, con música, con lucha”, dice Narváez.
Obra del tiempo
Su primer y único disco como orquesta salió en 1975. En total fueron 8 números que rápidamente se perdieron del radar salsero de la época. A pesar de la calidad del disco, no pegó ninguna canción en las emisoras.
Dewell cuenta que, cuando Tico pasó a ser parte del catálogo Fania, a algunas personas no les gustó que en Obra del tiempo, rompieran la clave en algunos momentos.
“En esa canción rompí la clave. Para mí tenía sentido: el tema habla del tiempo, el ritmo es tiempo, la clave es tiempo. Entonces pensé, ¿por qué no romper la clave? Pero eso era un tabú. Los músicos mayores que venían de tocar con Machito lo notaron. Me dijeron: ‘eso no va’. Pero era intencional”.
Esa negativa fue el fin para un trabajo que contó la calle como ningún otro. Frases como “Mortifícame, acúsame, méteme una puñala', con maldades, ilusiones, brujería no cambiará”, no se escuchaban en el pentagrama latino.
No porque hablara de muerte o del barrio, sino por el guiño a la metafísica de saber que un destino ya está guiado por unas leyes superiores a la voluntad humana.
O como en Reincarnation, que recogen la mitología griega sobre el pasaje del alma por las aguas profundas del inframundo para volver a la vida, con un objetivo, servir al prójimo.
“Y pasaron por lo peor\Logrando escaparse\Trayendo lo más mejor. \Ahora, aquí estamos \Músicos del anterior \Si quieren podemos servirles \Somos sus esclavos \Somos víctimas \De una reencarnación”.
Negrita
El tiempo pasó y Reincarnation de la Narváez vivió en los barrios latinos. La semilla que sembró Dewell y la voz nasal de Armando Vasquez floreció en las esquinas de los lugares marginados que cantaron sobre la debilidad de los guapos o los traspiés amorosos juveniles.
Canciones como El malo, Sabiduría o Negrita criaron emocionalmente a varias generaciones de jóvenes que alimentaron el sabor callejero con leyendas de muertes prematuras de integrantes de la banda o de accidentes aéreos.
En 2013 vuelve a la escena musical Dewell. Alimentando la nostalgia del melómano, con el álbum 65 infantería. Pero ya no sonaba a desarraigo. El creador ya había cambiado. Aun así, su figura seguía siendo legendaria para las barriadas.
Alguien en Nueva York le mostró un vídeo sobre un grupo de salsa pereirana que hacía covers de su música. Del asombro pasó a la admiración porque su semilla ya daba frutos.
La Orquesta Son de Cuba, fundada en 2009 en el barrio Cuba de Pereira, bebió de la salsa dura para formar un sonido contestatario que no temblara cuando debía protestar.
En forma de agradecimiento Dewell les produjo la primera producción de larga duración a la orquesta llamado Asunto Social, donde participó como intérprete del tres.
Sabiduría
Desde entonces, Dewell se ha convertido en el padrino de una de las orquestas de salsa más importantes del país. A varios músicos los ha llevado para que lo acompañen en sus presentaciones.
Las veces que ha visitado Pereira, ha encontrado un respirar distinto. Desde las músicas que suenan en el centro cultural, como el golpe de las salsotecas.
“Aquí en Pereira sentí algo distinto,” dice. “Sentí que mi música no solo fue comprendida, sino celebrada. Hay algo en esta ciudad, en su gente, en esa mezcla de campo, barrio, resistencia, que me hizo recordar por qué hago esto.”
Su voz no solo se escuchaba, sino que también se vivía. En La Puerta de Alcalá, bar insigne de la capital risaraldense, Narváez ha pasado para terminar de cogerle el pulso a la ciudad y para seguir alimentando su nostalgia.
Cuenta Jota Suárez, heredero y administrador del lugar, que la primera vez de Dewell en el lugar, pidió Pa’ Puerto Rico de Ray Pérez.
Dewell siente que después de superar dos cáncer, cada día es una oportunidad distinta para decir algo, para contagiar a alguien de la fuerza creadora que tiene.
Camina con una sonrisa y con las gafas sobre la cabeza, ya con menos cabello que en su juventud, sabiendo que mientras tenga fuerza en los pulmones, su trombón le permitirá seguir conectando con alguien.
En ese camino de disfrutar la vida, ya no con el afán de decir algo, si no con la calma de decirlo bien, espera sacar un nuevo álbum con las canciones que se le quedaron por fuera de su primer disco.
Todavía no tiene la fecha confirmada, pero transita con la sabiduría que cultiva desde los 16 años cuando aprendió de los desengaños, porque al final de todo, sabe que la mejor obra que ha hecho el tiempo con él, es poder transmitir su conocimiento.
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