En el siglo XVIII, Adam Smith imaginó un capitalismo que no solo buscaba la riqueza, sino también la moderación de las pasiones humanas más destructivas. Hoy, nos recuerda el jurista manizaleño Mauricio García Villegas (2025), “el capitalismo tenía una versión más humana, menos brutal, menos codiciosa; que no mutilaba la imaginación social y que no diluía las virtudes en el mercado”.
Esa visión se ha desdibujado porque el capitalismo contemporáneo ha dejado atrás cualquier promesa de civilidad, se ha convertido en un sistema que consagra la competencia, erosiona los vínculos y debilita la empatía, es un sistema que ha abandonado definitivamente lo humano. Esa deshumanización se expresa con fuerza en Colombia, especialmente en la vida de quienes apenas comienzan a vivir.
El más reciente informe de Manizales Cómo Vamos en Primera Infancia muestra que la ciudad fue, en el 2024, la tercera con mayor tasa de presunto delito sexual contra menores de cinco años (10,3%) y la sexta en violencia intrafamiliar infantil (3,4%). La natalidad cae y la afiliación al sistema de salud también. Detrás de las cifras, hay historias de abandono, de miedo, de niños que sobreviven a duras penas en una sociedad que les da la espalda.
Para Camilo Vallejo, director del programa, aunque la ciudad ha logrado avances en seguridad frente a homicidios y hurtos, persiste una deuda alarmante en la atención a delitos menos visibles como el abuso sexual y la violencia intrafamiliar, especialmente cuando afectan a niños entre 0 y 5 años. La ruta a seguir -afirma- es incluir estos temas en las políticas de seguridad. Manizales ha demostrado capacidad de respuesta y tiene la oportunidad de proteger mejor a su infancia.
Esa deuda se hizo dolorosamente visible el pasado 26 de julio en Manizales, con el caso de Silvana Torres, una joven de 19 años señalada de asesinar con arma blanca a su hija de 2 años. Los titulares lo calificaron de crimen, pero el trasfondo revela una herida social más profunda que interpela la efectividad de nuestras redes de cuidado y protección a la primera infancia.
Pero ¿y si también es una tragedia social? ¿Cuáles apoyos reales tenía esa joven madre? ¿Contaba con una red de cuidado comunitario, con acompañamiento estatal, con orientación para la crianza? ¿O simplemente fue otra mujer invisibilizada por un sistema que delega la maternidad sin ofrecer condiciones mínimas de sostenibilidad emocional, económica y social?
Nancy Fraser (2018), filósofa estadounidense y crítica del capitalismo contemporáneo, afirma que el neoliberalismo ha colonizado las esferas no mercantiles de la vida; la crianza, el cuidado, el afecto. En ese proceso, despoja a las mujeres -especialmente a las más pobres- del soporte social que hace posible la reproducción humana digna. Cuando el cuidado se privatiza, cuando las madres jóvenes crían en solitario y en condiciones de extrema precariedad, no solo se rompe el tejido familiar, se rompe el pacto ético de la sociedad.
La protección de la niñez no es un servicio más, es la base moral sobre la cual debería edificarse cualquier política económica o social. Así lo plantea Amartya Sen, Premio Nobel de Economía (1999), para quien el desarrollo verdadero implica ampliar las libertades reales que permiten a las personas vivir la vida que valoran. ¿Cuál libertad puede tener una niña que vive con hambre? ¿Cuál agencia puede tener una madre adolescente sin redes ni ingresos? ¿Cómo puede cultivarse la humanidad donde todo ha sido mercantilizado? No se trata solo de invertir más recursos, se trata de cambiar la mirada.
García Villegas (2025) tiene razón, el capitalismo actual ha mutilado nuestra imaginación social, pero aún es posible recuperarla a través de la construcción de una economía del cuidado, un Estado ético y políticas públicas con rostro humano. Quizá el desafío más grande que tenemos no sea solo vencer la pobreza, sino rescatar lo humano de las garras de la indiferencia y la codicia. Proteger a los más pequeños es, en ese rescate, el primer acto de justicia.