Hace dos semanas estuve en dos eventos de la oferta cultural de la ciudad: fui a cine a ver la película colombiana ‘Un poeta’ y a la Feria del libro de Manizales al lanzamiento del libro ‘Muertes y muertecitas’, de Humberto de la Calle.
‘Un poeta’ es la película colombiana del momento y, cargada de situaciones tan risibles como empáticas, cuenta la historia del poeta frustrado Óscar Restrepo, quien al trabajar como profesor de un colegio conoce a Yurlady, una adolescente con gran talento para escribir y a quien decide apoyar para que este talento la lleve a acceder a mejores oportunidades para ella y su familia. La película recibió en el Festival de Cine de Cannes 2025 el Premio Especial del Jurado ‘Una Cierta Mirada’, que corresponde a destacar ese lente diferente a través del cual se miran y se muestran las historias.
Por su parte, los relatos de diferentes muertecitas y muertes que de la Calle narra no corresponden a que una vida signifique o valga menos que otra como para calificar su partida como una ‘muertecita’, sino a cómo la vida tiene sus formas de sorprender incluso en el final para que esta parezca tan inverosímil que llamarle ‘muerte’ no sea suficiente y, tal vez, la palabra ‘muertecita’ explique un poco más.
Estos espacios me dejaron pensando en esas ciertas miradas sobre la vida. En lo absurda que puede ser: ese absurdo de Óscar Restrepo cuando su preocupación máxima por Yurlady se convierte en la acusación de un abuso sexual inexistente o el absurdo de Humberto de la Calle presentando un libro de ficción y que las preguntas de los asistentes sean sobre su vida política. Absurdos para los cuales la risa es la mejor opción.
Y esas ciertas miradas las encuentro en el humor y la amabilidad que se convierten en un oasis en el mar de eventos desafortunados que a veces parece ser la vida. Por su parte, el humor es liberador: todo pasa, tal vez podría ser peor, todos nos vamos a morir. Y no me refiero al cinismo de que si nos vamos a morir pues todo es en vano, si no a la sonrisa genuina de sabernos vivos, a la carcajada del ‘por qué a mí’.
En cuanto a la amabilidad, la veo como una forma de desarmarse ante una vida que nos obliga a estar listos para atacar en cualquier momento. Esa amabilidad con la que de la Calle convertía una simple respuesta en una historia para poner una sonrisa en la cara de los asistentes y así evadir responder una pregunta cargada de división política. Esa amabilidad con la que Óscar Restrepo prefiere cuidar la dignidad de la familia que lo acusa de abuso, a que se les entregue un dinero que compraría el silencio que podría redimirlo o con la que le desea ser el mejor poeta de Colombia al ‘colega’ que en cada oportunidad que tiene le recuerda el fracaso de poeta que es.
Ver hoy en día la vida con amabilidad y humor creo que sí requiere de una cierta mirada. La mirada del valor y la honestidad para reconocernos en la vulnerabilidad de las situaciones inesperadas de la vida porque no queda más remedio que vivirla.