El puente hacia el infinito
Señor director:

En mayo 12 de 1988, hace 34 años y 7 meses, día del educador en Colombia, los alumnos de 11º del cual era director de grupo, me hicieron el regalo de un libro titulado: “El puente hacia el infinito”. Como no encontré una dedicatoria, este libro es un puente entre tú, joven alumno y yo tu profesor, como recuerdo de cada uno de ustedes para el resto de mi vida, que es mi infinito por ahora; quiero tener tu nombre para recordar siempre este año de 1988 como un año en que tú y yo forjamos ilusiones y esperanzas. Manizales mayo 12-1988. Grupo 11º”. Lo hice pasar por cada uno de ellos-as para que escribieran su nombre. Y así fue. Un total de 45 estudiantes.
En mi libro “Educador”, 2006 (18 años después) cap. 11: “Despidiendo a los que se gradúan” recordé este episodio, con el título”: “Atravesando el puente. Van a hacer el intento; deséales amor”. Así se gestó el recuerdo. Un día llegó a visitar a mi hija Diana y a su esposo, uno de sus compañeros de colegio. Lo saludé con efusividad. El visitante al rato se acercó a mi biblioteca y tomó el libro “El puente hacia el infinito” pues en algún momento lo había leído. Y ¡Oh sorpresa!, tanto para mí que había olvidado el contexto del libro que hacía parte de mi colección libresca, como para ellos 2 que habían sido firmantes
del libro. Inicié en esa visita un acta mental de lo que cada uno de estos 45 estudiantes, de hacía 18 años, estaban realizando ahora. Y en el capítulo del libro detallé la vigencia laboral actual de casi todos mis anteriores alumnos de filosofía, religión y dirección de grupo de 1988. Escribí así: 45 estudiantes están atravesando el puente. Bueno, ya uno lo atravesó del todo, porque la muerte se lo llevó. José Alfredo Flórez murió en el municipio de la Unión, Valle del Cauca, en un accidente de tránsito. Y ahora menciono a otro firmante, Danilo Loaiza Ocampo, quien murió en Bolivia, cuando su carro se varó en una carrilera, con la mala suerte que muy cerca venía el tren que lo arrolló.
El autor del libro es Richard Bach, quien también lo es de: Juan Salvador Gaviota. El don de volar. Ilusiones. Ningún lugar está lejos. Nada es azar. Antes del prólogo escribe: “En el principio del universo... éramos nosotros. Antes de todos los principios y cuando se haya apagado el eco del último final, somos nosotros. Nosotros somos la razón del espacio, los constructores del tiempo. Somos “el puente hacia el infinito”….aprendiendo el amor”. El Libro concluye así: “van a hacer el intento. Deséales amor”.
En estos días lo estoy releyendo y además de este escrito, en mi mente hay otro para compartir dos bellas enseñanzas de este hermoso libro.
Alirio De Los Ríos Flórez.

Sección
Fecha Publicación - Hora