Petro reivindica al general Melo, primer indígena presidente de Colombia
Señor director:
La figura histórica de José María Dionisio Melo Ortiz, fascinó en el pasado a Carlos Pizarro León Gómez, líder del M-19, y ahora a Gustavo Petro Urrego, presidente de la República de Colombia. Durante su primera visita oficial como jefe de Estado a México, el mandatario reivindicó con ahínco al general, personaje que luchó junto al libertador Simón Bolívar y es el único presidente cuyos restos se encuentran en territorio extranjero, pues murió en México en las filas de Benito Juárez, constituyéndose en tema principal durante las reuniones con su homólogo Andrés Manuel López Obrador y en sus disertaciones en suelo mexicano.
El tercero de los 16 puntos concertados en esa visita por las cancillerías de Colombia y México estipuló “atender la solicitud de ubicación y repatriación de los restos del general tolimense José María Melo Ortiz, primer presidente popular de origen indígena de la República de Colombia, quien viajó a México para unirse a la causa del presidente Benito Juárez”.
Desde el siglo XX, su descendiente, el abogado, Jaime Eduardo Melo Palma, actual presidente de la Cámara de Comercio del Sur y Oriente del Tolima, con un grupo de líderes autóctonos, ha luchado para traer los restos del guía de las causas populares en el pasado y símbolo de los nativos indoamericanos.
Su existencia es sinónima de éxito personal, militar, hazañas heroicas en tierras colombianas y extranjeras de Centroamérica; primer y único presidente nativo de Colombia que terminó fusilado por su entrega generosa a causas de libertad, tal es el periplo vital del general José María Dionisio Melo Ortiz, por cuyas venas corría sangre Pijao y Panche.
Melo Ortiz entró al Ejército Libertador “comandante Funiel Castañeda” el 21 de abril de 1819 con el grado de teniente. Tuvo destacadas actuaciones en las batallas de Manizales, Bomboná y Pichincha en 1822; en Junín, Mataró y Ayacucho, en 1824, escenarios que le dieron libertad e independencia a Indoamérica. Recibió distintas condecoraciones por sus actos de valor y le fue otorgado el busto del Libertador Simón Bolívar.
Desterrado, José María Dionisio Melo Ortiz salió de Venezuela hacia Europa, en diciembre de 1836. En Bremen, Alemania, ingresó como oficial de estudio a la Academia Militar. Allí, Sajonia se interesó por el socialismo que comenzaba a estar en boga; se codeó con gentes locales y discutió las ideas; legó las tesis de Charles Fourier quién acusaba a gobiernos europeos. Con todo este acervo de conocimientos el general Melo optó por regresar a Ibagué- Tolima, en 1841. Escaló la jefatura política y jefe del cantón. Se casó por segunda vez en 1843 con Juliana Granados, de ascendencia panameña, cuando aún el istmo no había sido obsequiado a EE. UU. Tuvo un hijo con ella, Máximo, de quien no hay noticias.
Julio Arboleda era amo esclavista. Llamó a los conservadores para oponerse a las leyes promulgadas. En Cundinamarca los dirigentes fueron Pastor y Mariano Ospina. El presidente López llamó a José María Dionisio Melo Ortiz para sofocar la inconformidad, lo rehabilitó y confirmó general. Derrotó a los sublevados en Guasca pues tenía aceptación en las filas leales al gobierno. Tras estas victorias, Melo lideró el Montepío militar desde el 13 de agosto de 1831; comandante del Ejército en Cundinamarca el 19 de junio de 1852.
Pero no pudo adelantar su gestión progresista. La presidencia de Melo solo duró siete meses, del 13 de abril hasta el 4 de diciembre de 1854, pues se formaron ejércitos para derrocarlo: Tomás Cipriano de Mosquera, organizó y financió las tropas del norte; José Hilario López los batallones del sur, Cauca y Huila, y Joaquín París los ejércitos del Alto Magdalena. Pedro Alcántara Herrán fue el comandante conjunto de estas fuerzas opositoras a Melo.
Melo Ortiz defendió a Bogotá del asedio de esos colectivos armados con siete mil hombres. Las batallas se sucedieron en las calles de la capital, en San Victorino, San Diego, en el barrio Egipto y en San Francisco. Los opositores se tomaron el poder civil y Melo fue hecho prisionero. Los integrantes del pacto denominado legitimista pusieron en la presidencia a José de Obaldía, panameño; al depuesto se le siguieron tres juicios en 1855; pero quedó libre cuando Manuel Murillo Toro su paisano y vecino, pagó la crecida fianza. Desterrado y degradado en un infame proceso, donde le arrebataron de sus escasas pertenencias.
Con cien jinetes, el general Melo organizó un grupo de caballería y con él se dirigió a Comitán para proteger la frontera con Guatemala, asediada por el general conservador Juan A. Ortega, mexicano, quien atacaba desde ese país. Melo rechazó la idea del gobernador Corzo de organizar tropas de infantería. La suerte estaba echada.
El ejército de Melo, aliado de Juárez, descansaba en la madrugada del 10 de junio de 1860 en la finca Juncana, Zapaluta, hoy Frinitaria, Chiapas, pueblo nativo. Ortega sorprendió a Melo y sus hombres. El atacante dio órdenes expresas de matarlo. El cabo Isidro Tordillo y el sargento José Maldonado lo asesinaron cobardemente y se apoderaron de su mísero “botín” compuesto por un reloj, una cartera con cuatro pesos de plata y tres cartas. Los indígenas tojolabales le dieron cristiana sepultura frente a la capilla de la hacienda Juncana, donde existe un monumento en su honor. Los restos algún día retornaran al Tolima, tierra firme, que valora a sus líderes originarios. Melo es el único Jefe de Estado cuyos restos mortales se encuentran en el olvido fuera del país.
La historia destaca a José María Melo y Marco Fidel Suarez, como los únicos presidentes que no han pertenecido a las élites, clases latifundistas y oligárquicas de Colombia; fallecieron en la estrechez, miseria y penuria; lucharon para entregar a las generaciones nativas el marco legal en la defensa de sus principios e intereses, proyectado al siglo XXI en el Colegio de Abogados de Indoamérica.
Gerney Ríos González
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