El doctor Mejía Rivera y el gran Petrarca
Señor director:

El doctor Orlando Mejía es un erudito que conoce palmo a palmo la Historia de la Medicina. Los estudios que ha publicado en el Papel Salmón y en libros que le han merecido premios importantes son excelentes, admirables, magníficamente ilustrados con fotos y pinturas.
En el ensayo sobre las enfermedades oculares y las teorías de Dante Alighieri sobre la visión, escribe el doctor: “El primer humanista reconocido que las utilizó (las gafas) fue Petrarca en el año de 1352”.
En mi ya lejanísimo tercer grado de bachillerato (1961), para la materia de Literatura Universal los alumnos y el profesor nos valíamos del incomparable manual escrito por un maestro genuino, de la Congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, fundados por San Juan Bautista de La Salle. Ese texto de estudio presentaba y analizaba de forma inigualable los tercetos dantescos y los sonetos petrarquescos.
En cuanto a los primeros, los de la Divina Comedia, el traductor era nadie menos que el educador y presidente de la Argentina don Bartolomé Mitre. Su traducción castellana  creo que supera al original del Dante escrito en dialecto toscano (la cuna de la lengua italiana). Estoy dispuesto a pagar muy buen precio por la Divina Comedia traducida en verso por Bartolomé Mitre.
Por lo que toca al Petrarca, el creador del soneto, el libro traía uno bellísimo y muy a propósito para el tema del doctor Mejía. La primera estrofa rezaba así, “con inspirado acento”: Hay animales de alto sufrimiento / que al sol pueden mirar derechamente; / otros tienen la vista tan doliente, / que el sol les daña, y noche es su contento.
Pienso que los lectores de esta estrofa estarán de acuerdo en que aquí también la traducción supera al original. Este fenómeno ocurre también en el sagrado Libro de Job: la traducción castellana del padre Luis Alonso-Schökel es más bella que el original hebreo. Y cosa increíble: la traducción castellana de las Geórgicas hecha por don Miguel Antonio Caro supera la versión original, latina, del inmenso Virgilio.
Lo que pasa, según parece, es que el Castellano es el idioma más bello del mundo. Y no sólo bello: también claro, preciso, fuerte.
Atentamente,
JaimePinzón M., pbro.

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