Ingenuidad 
Señor director: 

Son tan alucinantes las cantidades de dinero que mueve el poder y por tanto las ansias que despierta, tan desesperantes y agobiantes, que minan al hombre. Que lo convierte en malo aunque busquen lo bueno. La política es el arte de la mentira, hoy el arte del escándalo. Por ambición o por necesidad hacen tratos que son diabólicos según y depende.
La amistad se hace un riesgo, el teléfono arma mortal, un bolígrafo es un micrófono, el llavero una cámara, una grabadora, un transmisor. Herramientas de espionaje se compran en las redes por dos dólares.
La ingenuidad, venida de las lejanías genéticas, se hace trampa. Todavía hay quien pide consejo al confesor y el confesor aconseja meterse entre las llamas pues, para él, el alma es incombustible: ya no hay purgatorio, el cielo es lo que buscaba, el infierno lo espera. En el caso de OIZ y de LAH campea la enorme ingenuidad del hombre bueno que se ve arrastrado por las circunstancias. No crucé con esas personas más de una frase, con el primero porque como alcalde debía firmar la escritura en que la viuda de mi tío cumplía su promesa de regalarle un pedazo de tierra al colegio del Higuerón, allá en algún rincón del Pensilvania ancestral. Con el segundo por asistir a un homenaje al dicho tío. Pero siento que cayeron por inocentes, en medio de una jauría que si sabe hacer las cosas sin que les pase nada.
Luis Fernando Gutiérrez Cardona

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