Hogar, dulce hogar
Señor Director: 

Con la aparición del primer hombre moderno sobre la tierra, se abrió un amplio abanico de oscuras y generosas posibilidades. Estas estuvieron orientadas, esencialmente, a una lucha inteligente por la supervivencia con el único propósito de calmar el hambre. Más tarde, el joven Homos sapiens aprovechó su curiosidad y ambición para beneficiarse de la riqueza que la tierra dejó al descubierto. 
Luego, el poder que le dio el conocimiento lo facultó para aventurarse en el descubrimiento y la invención, y facilitó el consecuente desarrollo tecnológico y científico. Iluminado por todas estas bondades, el ser humano ha sido el protagonista y ha incursionado con éxito en la vida laboral, el arte, la ciencia, el deporte, la cultura y la política. Y aunque en estos escenarios ha cosechado aplausos, fama, poder y riqueza, sus invaluables progresos han sido degradados por la generación moderna hasta llegar a una incontrolada sociedad del consumo, responsable del daño causado al planeta.
La historia registra con frecuencia que la mayoría de las personas que se han ganado la simpatía de la humanidad tienden a tener grandes vacíos en sus vidas, y estos son evidentes sobre todo cuando el prestigio se les va. Y entonces el tiempo se agota para fortalecer la relación de pareja, disfrutar de los hijos, compartir con los seres más cercanos, reconciliarse con su familia y perseguir otros sueños no relacionados con el ahora. Es cuando la enfermedad toca a la puerta, se pierde la magia y la soberbia y ya no se puede volver atrás para recuperar y disfrutar los momentos más sublimes que solo son tangibles en el seno del hogar. 
Tan indeseable desenlace puede evitarse si el ser humano, aun con grandes responsabilidades sobre sus hombros, es integral. Su alimento espiritual —puerta de entrada para comprender el arte de vivir—, le da el don para disfrutar de una sana convivencia entre su vida pública y su entorno familiar, y lo habilita, además, para cuidar de su dignidad, establecer una auténtica relación con los demás, acompañar al débil, ayudar al ignorante, proteger al inocente y solidarizarse con la miseria del otro; pero, a la vez, meditar, disfrutar de la naturaleza, respetarla y cuidarla, cultivar méritos en el trabajo y en la academia, y fortalecerse con el deporte.
Pero en el hogar se encuentra la verdadera riqueza que nos seguirá acompañando y nos dará el valor para continuar el camino. Nuestra existencia inicia y finaliza en el seno del hogar, y sea cual sea la etapa de la vida en la que nos encontremos, llegará el momento en que inicie el conteo regresivo y de repente la lámpara que ilumina nuestro ser se apagará. 
Orlando Salgado Ramírez

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