¿Y el alcalde qué?
Señor director:
Soy un ciudadano del común, que vengo de tiempo atrás observando los acontecimientos de la ciudad y me atreví a escribir esta columna motivado por la tristeza, el dolor, la rabia y lo que es peor, la desesperanza de ver a nuestra ciudad en un desamparo total y sin un destino claro.
La ciudad ha estado por más de tres años y medio sin un líder, un dirigente, una persona consciente que responda con profesionalismo y sentido de pertenencia por los destinos de la ciudad. La pregunta que surge es, ¿y el alcalde qué?
Lamentablemente tenemos un alcalde, indolente, irresponsable, simple, inmaduro, sin el más mínimo conocimiento de cómo se gestiona la acción administrativa de una ciudad. Todo lo anterior, producto de la inexperiencia, lo que conlleva a la improvisación y al desgreño administrativo que padecemos todos los ciudadanos.
Pero adicional a la pregunta ¿y el alcalde qué? aparecen como complemento, ¿dónde esta el gabinete municipal?, ¿dónde están los asesores? Y lo más grave, ¿dónde está el Concejo de la ciudad? Porque que falte una cabeza pensante, sensata, hasta podría suceder, ¿y el resto?
Una administración que no conoce de planeación, control, autoridad es lo que consecuentemente hace que tengamos hoy una ciudad totalmente abandonada, con obras de alto impacto como el intercambiador de Los Cedros o el Coliseo Menor, que por la mala planeación de la contratación, con temas sin definir como la gestión predial y diseños de obras han hecho que los retrasos y perjuicios sean para la ciudad.
De otro lado, el incumplimiento de los cronogramas de obra como en la PTAR de Los Cámbulos, la línea tres del cable, el bulevar de la 19 conlleva a prorrogas y sobrecostos, como lo fue en el bulevar de la 48, con seis prorrogas y sobrecostos superiores a los trescientos millones de pesos.
Un alcalde con respuestas desacertadas, como que el Aeropuerto del Café es para unas élites, declaración que en nada ayuda al desarrollo de la obra, pero que sí logró congraciarse con el presidente de la República. Una ciudad con más del 70% de sus paredes rayadas, con fachadas deterioradas, con la mayoría de las calles y avenidas rotas. Una ciudad donde la gente se parquea donde le da la gana, con la principal avenida con una banda antitécnica para ciclistas, que es más utilizada por motociclistas y con un alto riesgo de accidentalidad.
Una ciudad donde su segundo centro, el sector de El Cable, notable por la torre del mismo nombre; la Facultad de Arquitectura; el edificio Siglo XXI donde funciona Casa Lúker, una empresa manizaleña de talla internacional; el Parque Médico, entre otras, con un entorno enrarecido, con una cantidad excesiva de establecimientos públicos (bares, fondas, discotecas) cuya actividad económica principal consiste en la venta al público de bebidas alcohólicas sin respetar a los residentes del sector, la presencia de dos universidades, un politécnico, una clínica y un hogar geriátrico.
Como si fuera poco, la movilidad de los peatones es difícil ya que varios establecimientos públicos hicieron ampliaciones invadiendo los andenes, y la cantidad de vendedores ambulantes ubicados sobre los mismos (carros de dulces, venta de lotería, carnes, arepas chorizos, frutas, etc) ha conllevado al deterioro del sector por la falta de planeación y de control de las autoridades municipales.
Se suma que el Servicio Geológico Colombiano cambió el nivel de actividad a naranja en el volcán Nevado del Ruiz por una posible erupción y el primero en abandonar la ciudad fue el alcalde, estando notificado de semejante evento, dejando la ciudad tirada para ejercer el derecho de sus vacaciones porque estaba muy cansado, desconociendo que por ejercer sus funciones le pagan y peor aún la necesidad del servicio. Finalmente, saca un comunicado aduciendo que no podía regresar porque los tiquetes aéreos estaban muy costosos, que tal eso. ¿Hasta cuándo vamos a aguantar?
Rubén Darío Velásquez
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