Redes humanas-redes sociales
Señor director:
Los humanos somos el último eslabón de la cadena de la vida. Pertenecemos a una de las pocas especies capaces de establecer lazos de unión, no sexuales, con miembros de la misma familia. Tenemos la facultad de congregarnos a través de sofisticadas redes de cooperación en las que la curiosidad ―aspecto emocional que da vida a la exploración, a la investigación y al aprendizaje― y la fragilidad ―amiga inseparable que nos ha hecho incuestionablemente vulnerables ― han moldeado nuestra historia escrita con grandes logros e imperdonables desaciertos.
Estas interacciones mediadas por el amor y el odio han sido las responsables de la proliferación de todo tipo de males. Es el precio que la humanidad ha tenido que pagar por el intercambio de ideas, bienes y servicios. Los virus se han aprovechado de nuestra manera de vivir en grupo para propagarse y, paradójicamente, este extraño comportamiento de la amistad es la forma como acabará con las desgracias del futuro, si compartimos información y trabajamos unidos.
En el mismo escenario, las redes sociales virtuales obedecen a muchos protocolos de las redes humanas presenciales. Como herramientas de comunicación, al igual que el teléfono, han fortalecido nuestras interacciones a distancia y han sido el medio más eficaz, en muchos casos, para la divulgación de información falsa y tendenciosa que manipula nuestra conciencia alejándonos de la verdad.
En sintonía, la proliferación de los dispositivos electrónicos portátiles está cambiando la forma como interactuamos con los demás y con el mundo. Ahora los genios de Silicon Valley compiten para entregar plataformas con juegos virtuales, de encuentros a distancia y de búsqueda de información irrelevante, entre muchos otros, que crean adicción y dependencia. La soledad, la frialdad, el silencio y el individualismo sirven de compañía a estos adictos virtuales de la postmodernidad, quienes sacrifican los encuentros emotivos con familiares, conocidos y amigos.
Se suma a este panorama el notable incremento de máquinas dotadas de inteligencia artificial (IA) en los hogares, que están al alcance de los niños. Este fenómeno anticipa un mal presagio relacionado con los buenos modales, el respeto, las normas de cortesía y las palabras de agradecimiento que, Indudablemente, será un factor determinante en el deterioro de las relaciones interpersonales. Ahora una conversación con los extraños robots domésticos no requiere de antesalas de buena educación para poder obtener una respuesta precisa a nuestras inquietudes, dudas e ignorancia.
Ojalá que las investigaciones adelantadas por sociólogos y humanistas que apuntan a encontrar la inmunidad contra las corrientes irreverentes que amenazan la racionalidad, permitan que la humanidad siga conservando la capacidad de que sus individuos, más que pertenecer a una especie, puedan continuar siendo personas.
Orlando Salgado Ramírez
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