Por una política cultural
Señor director:

El pasado 6 de abril, el editorial del periódico La Patria se tituló “Una historia de poca Cultura” para referirse a un tema recurrente y el cual a medida que se acercan las elecciones regionales, toma importancia y no es para menos: El Tema de la Cultura es para dar y convidar. Veamos: Como Ustedes lo afirmaron en el editorial referido, entre otras, la actividad cultural es un asunto de menudencia política y cicatería presupuestal y  no existen claridades acerca de una política cultural que sea transversal a los otros ejes fundamentales institucionales y de la vida social (economía, turismo, medio ambiente, educación, etc.) . Al respecto, resalto además que la Cultura es tratada como un renglón menor de la gestión estatal en todos los ámbitos de la vida de los entes territoriales. Cada cuatro años, empezamos a oír los consabidos discursos de candidatos y candidatas neófitos en el tema y que aupados por “Gestores, artistas, intelectuales, políticos de carrera y demás expertos”, dan cartilla en foros y manifestaciones públicas acerca de lo que debe ser lo correcto en el campo del Arte y la Cultura en los entes territoriales, llámense municipio, Departamento o Nación. Cuando se hace referencia a Política Cultural, el primer referente es el de un gran documento que por regla general tiene un estatus, pues su formulación se origina en el encumbramiento, la pericia técnica y académica, que en el papel vuelven la Cultura un asunto tan confuso, que estos documentos terminan siempre en el cuarto de san alejo y sólo son utilizados para justificar lo que nunca ha sucedido en la realidad. Pero en lenguaje sencillo, la Política Cultural es la intención Institucional y social con toda su capacidad de trabajar en conjunto de manera armónica y decidida con el fin de obtener transformaciones mediante las artes y las manifestaciones culturales. Su finalidad es ayudar a elevar los niveles de la calidad de vida y entornos de convivencia de ciudadanías libres y comprometidas con gran sentido de sensibilidad y apropiación. Al respecto, vemos como nuestra ciudad por ejemplo se etiqueta para cada campaña con pomposos títulos heredados: Ciudad de las Puertas abiertas, Ciudad Universitaria, Ciudad Educadora, en un etcétera interminable pero que no generan impactos y transformaciones reales y menos en un período de cuatro años de gobierno. Vale la pena recordar que las discusiones desde los años noventa y ahora mucho más consisten en cómo obtener un equilibrio entre la mirada de desregulación del Estado y su capacidad para garantizar bienestar con equidad a toda la población, lo cual exige mayor organización y protagonismo de la sociedad civil y sus organizaciones y actores. Y aquí está el meollo del asunto. En el caso de la Cultura en Manizales, aún en su dirigencia oficial y privada no hay la plena convicción de que invertir en la calidad de la gente resulta una actividad productiva; por su parte la sociedad civil y sus organizaciones le dan poca credibilidad a estos mecanismos y liderazgos institucionales, dando como resultado el afianzamiento de prácticas nefastas consistentes en amiguismos y roscas, fuentes de todo tipo de corrupción y acciones turbias. Y esto precisamente es la realidad actual, según las denuncias que sobre los manejos de la Cultura se vienen dando en Manizales y que dejan un escenario lleno de baches y dudas referentes a la transparencia y honestidad en los procederes públicos e intereses de particulares que saben tomar su botín en nombre del Arte y la Cultura.
Seguramente, los funcionarios de la actual administración tendrán también la oportunidad de explicar sus logros y acciones en el contexto de su plan de gobierno: “Manizales una ciudad muchos mundos”, específicamente en el tema de la Cultura y el Arte. En todo caso existen nubarrones de manejos turbios del sector cultural desde tiempo atrás, pues como ya lo he enunciado, no hemos superado los vicios conventuales y de parroquia, como los amiguismos y las roscas a la manera renacentista que otorgaban  patente y reconocimiento como élites a los abyectos y aduladores, estando lejos aún de pensar la cultura con sentido crítico y transformador. En todo caso, como doliente y actor del sector cultural, sigo apostándole a que las manifestaciones culturales y artísticas puedan tener un circuito cultural más organizado desde los procesos de planeación, participación, gestión, creación e investigación, difusión y distribución, creación de públicos, disfrute y consumo, fortalecimiento de actores culturales y capacitación, administración, gestión y aplicación de recursos económicos, todo ello en procura de una oferta cultural y artística de calidad y acorde a los retos de una realidad que exige convivencia sana y desarrollo simbólico a través del Arte y los valores culturales que nos hagan dialogantes con los  retos de una ciudad del siglo XXI.
Considero, finalmente, como una feliz oportunidad  que la próxima administración municipal , asuma con toda decisión la implementación y funcionamiento de la Secretaría Municipal de Cultura y  Civismo, pues será  el espacio institucional preponderante para fortalecer la participación de artistas y actores culturales y demás grupos poblacionales, teniendo en cuenta que el territorio va más allá de los entornos geográficos  y que es allí donde vivimos las cotidianidades, la historia y  la cultura, con sus diálogos necesarios de tradición y progreso.
Javier Humberto Arias Ospina

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