Martyna Węgorowska es polaca, tiene 24 años y desde julio vive en Pereira. Dice estar enamorada de Manizales, de la calma de Pereira y de la región. 

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Martyna Węgorowska es polaca, tiene 24 años y desde julio vive en Pereira. Dice estar enamorada de Manizales, de la calma de Pereira y de la región. 

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Como dice la canción de Rubén Blades la vida te da sorpresas. No importa si se nace en Pereira o en Polonia, siempre hay algo que sorprende, que está por fuera de nuestra capacidad de decisión. Y sin que lo queramos, ese azar termina moldeando nuestra vida. 

Para algunos puede ser un trabajo, un amor o una carrera. Elegir, o verse obligados a hacerlo, es determinante para la vida que crece. Como si la fuerza del destino fuera mayor que la del libre albedrío. 

En el caso de Martyna Węgorowska, la polaca que creó su diario virtual en formato vlog cuando llegó al Eje Cafetero, la suerte a la que se vio “obligada” fue la de estudiar español en la secundaria. 

Su decisión fue estudiar ruso, pero “nunca se creó ese grupo de rusos”, así que terminó en la clase de español. 

Aprender el idioma romance fue para ella la puerta a un mundo que la sorprende en la cotidianidad, y que a día de hoy, la tiene en la encrucijada de no saber en donde quiere estar. 

“Y la pregunta más difícil que uno puede hacer es ¿dónde te quieres quedar?. No tengo respuesta para esa pregunta. Quisiera, si pudiera, estar en los dos lugares a la vez”.

Del este al oeste

Martyna nació hace 24 años en Polonia. Siempre fue buena para los idiomas y por eso quiso, en la secundaria, profundizar en otra lengua. Siendo adolescente ya dominaba el inglés y el polaco. 

El alemán no le gustó por la dificultad y su opción, el ruso, no se pudo organizar. Por eso cayó por descarte al único idioma que había rechazado por su popularidad. 

Luego llegó la catarata de información. Programas de televisión, música, plataformas inmersivas. Le gustó tanto que participó en concursos y el español, sin pensarlo, se fue convirtiendo en una casa. 

En la universidad estudió lingüística aplicada, con énfasis en traducción, y confiesa un sueño concreto. “Mi trabajo ideal es hacer subtítulos para películas”. 

Viajó a España por un programa de intercambio, Erasmus, antes de graduarse y el choque cultural le encantó. En Polonia su contacto con el idioma era a través de Violeta (serie juvenil argentina) y la música de Álvaro Soler.

Pero en la península no solo encontró otro clima y otras formas de sumergirse en otra lengua, sino también la sensualidad de otros ritmos como el reguetón.  

Quiso regresar a vivir en España, pero nuevamente el azar del destino le dijo que debía pasar una temporada en Londres. 

Allá no la pasó muy bien, porque a pesar de ser polaca prefiere el calor y en la isla llueve mucho, pero en Inglaterra conoció personas que la acercaron a Colombia. 

El riesgo es que te quieras quedar

Viajó para celebrar sus 23 años en 2024 a Colombia. Recorrió varias ciudades y encontró tierra fértil para el amor y los voluntariados. Estuvo un mes sola conociendo las maravillas naturales y dejándose seducir por el país. A tal punto que en su regreso a Europa, buscó la forma de regresar a vivir en Colombia. 

Un guiño del destino –un pereirano de intercambio en Londres y familiarizado con YMCA– le propuso hacer un voluntariado en el Eje Cafetero y ella aceptó. 

Así fue como hizo su equipaje –una maleta de 10 kilos– y emprendió vuelo hacia una aventura que la sorprende diariamente. 

La belleza del Eje

Cuando llegó a Manizales por primera vez, el recuerdo no fue el mejor. “La recordaba fría, llovía todo el tiempo y dije, ‘no, qué pereza Manizales’”, confiesa entre risas. 

Pero en su segunda visita, la ciudad le mostró otro rostro. “Recorrí casi toda la ciudad y dije, ‘¡qué hermosa ciudad!’”. 

Le gustó el orden, la calma, la seguridad y la limpieza. 

Ahora planea volver con frecuencia, mientras sigue disfrutando su estadía en Pereira, a la que describe como una ciudad tranquila, donde la gente camina sin afán y vive con un ritmo más pausado que el de las grandes urbes europeas.

“Acá siento que por fin encontré esa calma que buscaba hace mucho”, dice. Aunque todavía a veces se sorprende caminando demasiado rápido.

Su diario virtual 

Martyna antes de llegar al Eje Cafetero, vivió un mes en Medellín donde se prometió retomar su proyecto de creación de contenido digital, aquel que había dejado dormir por perfeccionismo. 

“Dije: esta es la última vez que lo intento. Si no sale, ya no lo vuelvo a hacer”, recuerda. 

Pero el destino, como suele ocurrir, le cambió los planes: uno de sus primeros videos se volvió viral. 

En él contaba cómo había llegado al país y qué la había sorprendido. En pocos días, su cuenta alcanzó los 10 mil seguidores. 

“Fue un boom, pero para mí sigue siendo mi diario virtual. Lo que subo es para recordarlo, no para buscar fama”, aclara.

En sus clips mezcla su vida cotidiana, sus aprendizajes y los pequeños descubrimientos de vivir en una cultura tan distinta. Lo que para un colombiano puede parecer común, para ella es asombroso: la amabilidad de la gente, los paisajes, las frutas, la música o el simple hecho de trotar al atardecer.

Muchos de sus seguidores son colombianos que viven en el exterior y que, según le escriben, “vuelven a ver su tierra” a través de sus ojos.

Entre dos mundos

Aunque se ha adaptado a la vida en el Eje Cafetero, Martyna no esconde la nostalgia. Extraña la comida de su país —“en Polonia todo gira alrededor de la papa”, dice sonriendo—, las estaciones del año y, sobre todo, la Navidad con nieve. 

“No me imagino una Navidad sin frío, sin estar en casa. Este año será muy diferente”, confiesa.

Le resulta curioso cómo el tiempo parece no pasar igual en Colombia. “Allá uno nota el cambio por las estaciones, pero aquí el clima es tan constante que a veces me pregunto en qué mes estamos.”

También ha aprendido a tener precauciones nuevas: no sacar el celular en la calle, no salir sola de noche, llevar poco dinero. 

“En Polonia eso no es un problema, pero acá aprendí a cuidarme. Igual, nunca me ha pasado nada y me encanta vivir en el centro. Todo me queda cerca”.

Una mirada crítica

Más allá del encanto por lo nuevo, Martyna también ha notado diferencias que la hacen reflexionar. La puntualidad, por ejemplo, sigue siendo un reto. 

“Yo soy muy puntual, y cuando alguien llega media hora tarde ya no quiero verlo”, bromea. Pero lo que más la ha impactado, confiesa, son las relaciones afectivas. “Siento que aquí hay mucha infidelidad, muchas relaciones tóxicas. 

En Polonia, aunque las parejas se separen, muchas veces intentan seguir juntas por el bien de los hijos. Acá no es tan común esa responsabilidad emocional”.

La aventura  y la sorpresa 

Martyna vive cada día con intensidad. Trabaja, estudia, crea contenido y aprovecha cada oportunidad de conocer algo nuevo. A veces sacrifica el descanso, reconoce, porque no quiere “perderse de nada”. “Si lo puedo hacer hoy, ¿por qué dejarlo para mañana?”, dice convencida.

No sabe si el futuro la encontrará en Pereira, en Polonia o en algún otro país. 

Pero por ahora, mientras trota por el viaducto o se refugia de la lluvia con su sombrilla, Martyna disfruta la vida que ha construido lejos de casa, entre el café, la montaña y la calidez de la gente que, sin saberlo, le ha enseñado otra manera de habitar el mundo.

 


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