El mundo está hecho de palabras. En sonidos los seres humanos codificamos la existencia, dejando grabados fragmentos de lo que hemos sido a lo largo de los siglos. 

Desde la antigua Mesopotamia hasta los imperios petroleros que hoy nos gobiernan, la palabra ha notariado las aventuras y tragedias de cada época. 

En la literatura, como escribió Chesterton, reposa toda la condición humana. No importa si es ficción, porque como cita Pedro María Mejía Villa, autor del libro Florilegio: ideas y pensamientos, toda obra ficcionada nace de la realidad. 

Mejía Valle, nacido en San Felix, Salamina (Caldas), es un apasionado de las palabras. Desde su infancia encontró refugio en los libros. Y desde que conoció esos objetos sagrados, les dedica su devoción y su capacidad creativa. 

Mejía es comunicador social y periodista, egresado de la Universidad de La Sabana, trabajó durante años en medios y universidades. Su pasión por los libros nació de la mano de su padre y entre los cuentos de los hermanos Grimm y un ejemplar gastado de El Quijote que halló en una finca familiar.

Desde ahí todo su mundo lo dedicó a leer. Los autores rusos y franceses, los clásicos griegos, el romanticismo alemán, el boom latinoamericano. Todas esas historias han vivido en su cabeza. 

También el periodismo lo conectó. A su pueblo llegaban todos los días los ejemplares de LA PATRIA a las 11:00 a. m., y él los esperaba para leer a los columnistas de esa época. 

“Esperaba que llegara el periódico cada mañana; me fascinaban sus columnas”, cuenta. Años después, escribiría para ese mismo diario una serie titulada Hoy en nuestra historia, una mirada periodística al pasado nacional.

Navegar entre palabras

Pedro María ha vivido entre palabras. Además de sus labores editoriales y de docencia construyó una página donde se le conoce como el juez del idioma. 

Todo ese trasegar para entender de qué está hecha la naturaleza humana, lo llevó a profundizar en los libros y a hacer lo que para algunos es un sacrilegio: subrayar y tomar apuntes sobre ellos. 

“Yo creo que ese subrayar y tomar nota en las márgenes enriquece el libro, lo hace más valioso. Uno está bebiendo de esa esencia que versó ahí el autor y además uno la está enriqueciendo con nuestro pensamiento, con nuestra observación”, dice el autor.

Después de años y años de lecturas y de apuntes en los libros reconoció la necesidad de hacer una obra donde se pueda encontrar, por temas, grandes frases de la literatura universal. 

“Siempre he tenido la costumbre de subrayar las ideas que me llaman la atención”, explica Mejía. “Con el tiempo me di cuenta de que tenía una cantidad de libros marcados, y pensé: ¿qué hago con todo esto? De ahí nació Florilegio”.

El valor de lo breve

En Florilegio, Mejía rescata la fuerza de las frases cortas, esas que, en su brevedad, concentran una idea profunda. 

“Desde los proverbios bíblicos hasta las redes sociales, la humanidad ha intentado decir mucho con pocas palabras”, afirma. 

Pero advierte sobre los riesgos de la desinformación en los tiempos actuales, donde es común encontrar frases que un autor nunca escribió.

“Hoy circulan muchas frases falsas o que se le atribuyen a autores. Por eso quise hacer una recopilación verificada, con contexto y fecha. Que sirva tanto para disfrutar como para consultar”.

La palabra como permanencia

El libro, que puede encontrarse en Amazon, busca provocar reflexión y devolverle al lector el placer de la palabra exacta. 

“Mi intención fue rendir homenaje a la literatura fragmentaria, a esa tradición de pensamiento breve que atraviesa la historia humana”, dice.

En sus páginas, Mejía no pretende imponer una interpretación, sino invitar a detenerse y pensar. Tal vez por eso, al final de la conversación, puede entenderse que la selección de frases que hizo, también fue una manera de entablar un diálogo con lo que ha sido el hombre a través de su historia.

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