Aunque el menor sufre de acoso escolar, la experta recomienda buscar otros posibles factores causantes.

Foto | www.freepik.es | LA PATRIA

Aunque el menor sufre de acoso escolar, la experta recomienda buscar otros posibles factores causantes.

Un niño, de 10 años, intentó lesionar el fin de semana con un machete a su madre, en zona rural de un municipio del norte de Caldas. La mujer, asustada, pidió la ayuda de las autoridades.

Uniformados de la Policía acudieron a la vivienda y transportaron al menor a un hospital, donde recibió, según la Alcaldía, el tratamiento inicial y su posterior remisión ante un especialista.

De acuerdo con la progenitora, el niño ha sido víctima de matoneo o acoso escolar y por eso, debió cambiarlo en dos ocasiones de institución educativa. Además, no es la primera ocasión que el pequeño padece estos ataques de rabia.

 

Lea más: Madres víctimas de sus hijos: violencia familiar que crece en silencio en Colombia

 

La necesidad de una atención oportuna

La psicóloga y psicoterapeuta Angélica Gallego indicó que si bien, el matoneo que se conoce presuntamente ha experimentado el niño en su contexto escolar, pudo haber sido uno de los posibles factores intervinientes en su reacción, siendo esta una posible respuesta de abuso reactivo debido a lo desproporcionado de su actuar; se debe analizar otros factores para comprender el hecho.

Añadió que un comportamiento como este puede obedecer a distintas causas, que incluye dificultades del desarrollo emocional, historia de maltrato o normalización de la violencia, una psicopatología no diagnosticada, o incluso, diagnosticada, pero no tratada.

"Se debe saber qué está pasando, indagar en su institución educativa, qué conocimiento tienen del matoneo, qué intervenciones se hicieron o deben hacerse y debe valorarlo un equipo multidisciplinario en salud mental", sostiene la profesional.

En casos como el del niño, Gallego manifiesta que es importante activar rutas de atención idóneas.

Sin embargo, reconoce que el sistema de salud en Colombia es deficiente, más cuando se trata de poblaciones vulnerables, que padecen por brechas en la atención, y de llegar a recibirla, son espacios que, en el caso de la atención psicológica, no cuentan con la duración de las intervenciones ni frecuencia idóneas.

Otro factor a tener en cuenta es la activación simultánea de otras rutas para atender a la familia y a la institución educativa.

Puntualizó que esta reacción es un pedido de auxilio que requiere de una ayuda oportuna y así poder brindarle el tratamiento y abordaje necesarios desde la corresponsabilidad de familia, contexto social y comunitario e instituciones.

 

Llamados a identificar el matoneo

Tanto familia como instituciones educativas tienen el deber de identificar las alertas sobre matoneo. Cambios abruptos en el estado de ánimo o conductuales son señales de alerta.

Si un docente o directivo se percata de casos de matoneo, se debe activar la ruta de atención, en diálogo con los padres de familia.

 

Violencia filioparental: un mandato cultural que silencia a las madres

Jenny Lorena Moreno Bernal, magíster en Trabajo Social de la Universidad Nacional de Colombia, encontró que el mandato cultural del amor materno se convierte en una barrera para denunciar. Su estudio, basado en tres casos en Bogotá, muestra cómo la fe, la culpa y el juicio familiar imponen el silencio ante el maltrato físico y emocional.

“Tras la primera agresión, las madres no acuden de inmediato al sistema de justicia. Buscan comprender, atribuyen el hecho al estrés o a la juventud de sus hijos. Solo cuando temen por su vida deciden hablar”, afirma Moreno.

Una de las mujeres relató que su hijo, bajo efectos de sustancias psicoactivas, rompió los vidrios de la casa y la amenazó de muerte. Fue el punto de quiebre para acudir a la Comisaría de Familia.

Como parte del proceso investigativo, las madres escribieron cartas a sus hijos agresores, no para enviarlas, sino como un acto íntimo de reflexión. Allí expresaron tristeza, decepción y un amor atravesado por la fe. Una escribió: “Que Dios te cuide, porque yo ya no puedo hacerlo”.

La religión, identificó Moreno, sirve de consuelo y, a veces, de justificación. El perdón divino sustituye la denuncia, y el sacrificio materno retrasa la ruptura del ciclo violento.

Al cierre del estudio, la investigadora entregó a las participantes un “botiquín emocional” con elementos simbólicos: una vela, una semilla, una esponja y una carta de cierre. Cada objeto busca iluminar decisiones, sembrar esperanza, soltar culpas y cerrar ciclos.

 


Haga clic aquí y encuentre más información de LA PATRIA.

Síganos en FacebookInstagramYouTubeXSpotifyTikTok y en nuestro canal de WhatsApppara que reciba noticias de última hora y más contenidos.