
Fotos | Cortesía Policía de Caldas | LA PATRIA
Los habitantes de calle participaron en una jornada de aseo y agradecieron la labor.
A veces basta una mirada, un saludo, una pregunta sencilla cómo “¿cómo estás?” para empezar a romper años de silencio. Y fue lo que ocurrió en una jornada sin protocolos rígidos, pero con mucho corazón, organizada en Riosucio: en un espacio que habitan quienes, por distintas razones, hoy viven en la calle.
No fue un operativo. No fue una caridad. Fue un encuentro.
Personas de distintas instituciones lideradas por integrantes de la Policía Comunitaria, la Secretaría de Gobierno, la Secretaría de Salud, y otras organizaciones, llegaron al punto de encuentro el viernes pasado.
En el coliseo municipal se reunieron con termos de café caliente, equipos médicos, papel para trámites, kits de aseo, alimentos, e incluso con música y palabras amables. Todo con un propósito: reconocer la dignidad de quienes normalmente pasan desapercibidos.
Un día diferente
Sin duda fue un día diferente, para unos 30 ciudadanos que viven días difíciles. A lo largo del día, los habitantes de calle se acercaron, primero con cautela, luego con más confianza.
Algunos buscaban atención médica. Otros solo querían conversar. Algunos se afeitaron por primera vez en meses. Hubo quien, entre lágrimas, pidió ayuda para recuperar su cédula. Y también hubo quienes, simplemente, se sentaron a compartir un plato de comida caliente sin miedo a ser juzgados.
"Gracias por tratarnos como personas", dijo una mujer mientras recibía ropa y alimentos por parte de las uniformadas del grupo de Policía Comunitaria. "Aquí nadie nos mira feo hoy".
La jornada fue mucho más que una entrega de servicios. Fue un esfuerzo colectivo por crear un espacio seguro donde la salud, la alimentación, la identidad, la escucha activa, la inclusión social, la no discriminación, la convivencia pacífica y el respeto fueran posibles. Porque la calle no borra la humanidad, y eso quedó claro en cada historia compartida.
Cada funcionario que participó tuvo la oportunidad de mirar de frente una realidad que a menudo se evade. Y cada una de estas personas en situación de calle, al menos por ese día, dejó de ser “el problema” para convertirse en lo que siempre ha sido: una persona con historia, nombre y futuro.
Verdes amigos
Una de las apuestas más importantes fue acercar a la población con las instituciones. Pero esta vez, el uniforme no fue barrera. Al contrario: muchos policías conversaron, orientaron, incluso compartieron un café con quienes solían evitarles la mirada. Fue un paso pequeño, pero significativo, hacia una relación basada en el respeto mutuo.
Al final de la jornada, no se podía medir todo en cifras. Más allá de los números de personas atendidas o los servicios prestados, lo que quedó fue la sensación de que sí es posible construir una comunidad donde nadie sobre, donde todos quepan, y donde la empatía no sea la excepción sino la norma.
Esta fue solo una jornada. Pero para muchos, fue el primer paso hacia una vida diferente.
"Es la primera vez que alguien me pregunta cómo me siento sin querer sacarme de aquí", compartió Fernando, de 42 años, que lleva más de una década en la calle. "Hoy sentí que existo", agregó, mientras recibía una consulta médica y orientación para acceder a programas de rehabilitación.
Este fue un día que demostró que, cuando las instituciones y la comunidad se unen, es posible sembrar semillas de transformación en los lugares más olvidados.
Apuesta por tener la mano
Cuando se tienden las manos sin juzgar, sin imponer y sin ignorar, comienza también a sanar el tejido de una comunidad. Una comunidad que busca estar segura y cercana, porque sabe que su policía está siempre presente para ayudarlos.
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*Crónica de la Policía de Caldas