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Colombia está viviendo una transformación energética profunda que resulta inevitable y bastante ambiciosa, guiada tanto por una presión mundial como por la urgencia local de no depender más del pasado y sus famosos combustibles fósiles. Uno podría pensar que, con una matriz limpia como la que siempre ha tenido, esta idea no tendría mucha prisa. Sin embargo, voces expertas, como las que se encuentran en Grupo Industronic, destacan que ni siquiera un buen punto de partida garantiza la estabilidad a largo plazo. En el fondo, la hidroelectricidad (que tradicionalmente ha hecho brillar al país en América Latina) no resuelve todos los problemas. Hay riesgos crecientes, el clima cambia como lo haría el caudal de un río en plena tormenta, y el futuro exige diversificar más que nunca para lograr sistemas resilientes y de verdad sostenibles.
Por supuesto, esta transformación no es lineal ni sencilla. En los años recientes, la estrategia ha pasado por superar la simpleza de depender de unos pocos recursos naturales. Se detecta que la variabilidad hidrológica, impulsada por fenómenos como El Niño, puede cambiar el flujo del suministro energético tanto como el viento cambia de dirección antes de una tormenta. Mientras tanto, crece la demanda y se exige descarbonizar cada rincón de la economía. La presión, entonces, no recae solo en el Estado: empresas, comunidades y sectores intensivos tienen que moverse a su propio ritmo, pero todos mirando hacia un mismo norte.
El marco legal se convirtió, de hecho, en el motor de arranque hace casi una década. Con la Ley 1715 de 2014, Colombia empezó a abonar el terreno para que las energías renovables no convencionales, como las solares y eólicas, tomarán relevancia. Todo esto recibió un segundo impulso con los planes más recientes. Y si nos fijamos, la transición energética tiene ahora metas claras y bastante audaces, no solo en generación, sino también en movilidad sostenible y eficiencia. De pronto, lo que parecía un sueño lejano se convierte en un imperativo nacional que casi exige respuestas inmediatas.
¿Cuál es el punto de partida de la matriz energética colombiana?
Colombia tradicionalmente ha tenido a su favor el talento de aprovechar, como pocos, la energía del agua. Históricamente, su generación eléctrica ha dependido en gran medida de los caudales, hasta alcanzar más de dos tercios de su capacidad instalada. Esto ha dado estabilidad, sin duda, pero también ha sembrado vulnerabilidades que hoy se sienten más palpables. Nadie puede negar que, al depender tanto de un solo recurso, cualquier cambio brusco (como los cada vez más irregulares ciclos climáticos) puede complicar la seguridad energética. Por otro lado, como sucede en una competencia larga, el país entiende que jugar al mismo ritmo no le garantiza la victoria futura.
Además de eso, el crecimiento de la demanda y los compromisos ambientales internacionales impiden dormirse en los laureles. La pregunta ya no es si se debe diversificar la energía, sino cómo hacerlo a tiempo y con inteligencia, evitando improvisaciones.
¿Qué impulsa la transición hacia las energías renovables?
La regulación se ha vuelto, sin poco margen de error, la brújula del sector energético colombiano. La citada Ley 1715 de 2014 abrió la puerta, pero el Plan Nacional de Desarrollo y otras hojas de ruta recientes marcaron el ritmo que hoy muchas empresas siguen. Lo interesante es que ahora tanto actores locales como extranjeros se muestran especialmente interesados en invertir, percibiendo el cambio como una oportunidad dorada para innovar y crecer.
Vale la pena notar que este impulso legal y comercial ha transformado la matriz nacional con una rapidez difícil de imaginar hace cinco años. La promoción de la movilidad sostenible va de la mano con el auge de la energía solar y eólica, logrando que tecnologías antes vistas como experimentales sean hoy parte del día a día.
Avances concretos en capacidad instalada
La combinación de políticas audaces y nuevas inversiones ha dado frutos sorprendentes. Solo basta ver el salto desde 2018 hasta finales de 2022: de menos de 50 MW a más de 2.800 MW en capacidad de energías renovables no convencionales. Dicha expansión, favorecida en parte por las subastas públicas y la mejora en el acceso al financiamiento, convirtió a Colombia en ejemplo para la región. En realidad, este avance confirma que tanto la energía solar como la eólica pueden conquistar vastas zonas del país, incluso aquellas antes desaprovechadas.
Además, mirando el futuro, se espera que otras tecnologías, como la digitalización o las microrredes comunitarias, faciliten aún más la integración de estas fuentes a gran escala. Esto, sin duda, sirve como inspiración para otras naciones en busca de transformaciones parecidas.
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Año |
Capacidad Instalada (ERNC) |
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2018 |
~50 MW |
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Finales de 2022 |
>2.800 MW |
En poco tiempo, la energía solar y eólica lograron consolidarse donde hace unos años era casi impensable.
Soluciones para data centers, telecomunicaciones y centros de entretenimiento
En este contexto de cambio, industrias exigentes como data centers, grandes redes de telecomunicaciones o complejos de entretenimiento se encuentran ante un desafío mayor: necesitan infraestructura moderna que responda tanto a retos ambientales como a la necesidad de mantener sus operaciones sin interrupciones, igual que un reloj bien afinado. Por eso, la eficiencia energética se ha convertido en una meta crucial y la digitalización de las redes facilita una gestión mucho más ajustada del consumo.
Sumado a lo anterior, la apuesta por microrredes y generación localizada permite mayor autonomía y reduce la vulnerabilidad frente a apagones o fluctuaciones de voltaje. De hecho, estas innovaciones no solo bajan costos, sino que protegen a las empresas, asegurando continuidad y estabilidad operativa, dos elementos vitales para cualquier sector que apueste por el futuro.
Grupo Industronic es una empresa fabricante de origen mexicano que brinda soluciones de calidad energética para la protección, respaldo y generación de energía. Dentro de sus productos destacados se encuentran: sistemas UPS, reguladores de voltaje y supresores de picos.
¿Cuáles son los principales desafíos y oportunidades?
A pesar del gran impulso reciente, la transición energética aún tiene por delante obstáculos de todo tipo, como si el país tuviera que cruzar un río lleno de piedras: barreras técnicas, sociales y administrativas. Paralelamente, se abren oportunidades enormes que podrían cambiarle la cara a economías regionales y al propio país.
Desafíos en la implementación
Algunos retos aparecen casi de inmediato:
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Integración regional: conectar las zonas de mayor potencial renovable con el resto del país requiere más que recursos, también visión a largo plazo.
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Viabilidad social: respetar los derechos y expectativas de comunidades, especialmente indígenas, se vuelve fundamental para no tropezar a mitad de camino.
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Burocracia y regulación: agilizar permisos y adaptar leyes resulta clave para mantener el ritmo de avance y no frenar la inversión privada.
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Transición justa: pensar en quienes trabajan actualmente con combustibles fósiles no es solo un ejercicio ético sino un paso obligado para asegurar paz social y desarrollo equilibrado.
Oportunidades estratégicas
Con todo, las oportunidades surgen por todas partes. Por ejemplo, La Guajira está emergiendo como centro neurálgico para proyectos solares y eólicos de escala internacional. El país explora, con renovado entusiasmo, nuevas opciones tecnológicas como:
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Proyectos de hidrógeno verde, que prometen revolucionar la matriz del futuro.
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Mejoras en la producción de biocombustibles.
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Sistemas avanzados para almacenar la energía y lograr mayor flexibilidad.
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Fomento decidido del transporte eléctrico, impulsado por políticas fiscales activas.
En conclusión, la transición energética colombiana ya dejó de ser promesa para convertirse en realidad palpable en empresas como Grupo Industronic, que enfocan su estrategia en ofrecer las mejores soluciones en este campo a sus clientes. El marco legal, la acción empresarial y la inversión han cambiado las reglas del juego, posicionando a Colombia como modelo posible para otras naciones latinoamericanas.
Sin embargo, solo enfrentando los obstáculos pendientes con innovación y justicia social se consolidará un futuro verdaderamente resiliente y ganador para todos. El reto, más allá de la técnica, es lograr que el nuevo sistema sea justo con quienes más lo necesitan.