Cuando las extremas de distintas formas de ver el mundo fueron incapaces de encontrar consensos en España hace casi un siglo terminó en una guerra fratricida que sigue manteniendo heridas abiertas. La Guerra Civil Española fue además teatro de operaciones de los nazis y de los comunistas y de otras naciones como medida de lo que vino después: la nefasta Segunda Guerra Mundial.
Colombia ha entrado en la dinámica de muchos países del mundo de querer encontrar en ideas de extremas lo que no ha resuelto con una democracia con alternancia del poder, como si se tratara de un problema creado por los moderados. Es importante dejar atrás el ombliguismo característico de la colombianidad, para entender que esos experimentos no han salido bien en ninguna parte. Son gobiernos moderados, los que aglutinan en torno al encuentro de mínimos entre los diferentes para lograr bienestar para todos.
En este momento, con la explosión de precandidatos presidenciales, después del regreso de la izquierda al manido discurso de la lucha de clases y de la instrumentalización de la derecha de la poca efectividad del Gobierno en materias económicas y de seguridad, pues el plato está servido para que los populistas de ocasión aticen discursos de odio o los condimenten con tufillos de superioridad moral. Se venden como los que van a ser capaces de obtener todos los resultados posibles, por ser ellos quienes son. El problema es que hay mucho quién les copie sin reparar en que un buen gobierno requiere un trabajo en equipo, de colaboradores, de estudiosos y de ejecutores, en igual medida. Y sobre todo de demócratas convencidos.
No es asunto de extrema derecha ni de extrema izquierda. Un par de ejemplos: hay que ponernos de acuerdo en que la feria de subsidios no es la solución para nada, y al tiempo hay que entender que debe haber subsidios para los casos de extrema necesidad, los cuales deben llegar a quienes realmente los necesitan y deben tener seguimiento del Estado para que cumplan el objetivo, que no se tornen sempiternos. Dos: Hay que generar riqueza, por supuesto, y aún en nuestro territorio esta viene en su mayoría de las materias primas que estas nos traen las divisas que necesitamos, pero no por eso se puede dejar de lado el trabajar más duro en la producción de energías limpias, en la transformación de nuestro modelo económico para depender menos de los commodities. Que las extremas se enteren de esto.
Hace poco en una entrevista en el diario El País, el pensador Michael J. Sandel afirmaba que el problema de la mala distribución de la riqueza no alcanzaba para explicar los fenómenos que están dividiendo al mundo, sino que hay otro ingrediente que pasa por la exclusión de los perdedores y eso sucede en parte porque se sienten menospreciados por las élites en el poder. Haciéndolos sentir responsables de sus pérdidas. Eso exactamente fue lo que pasó en la República Conservadora de hace un siglo y luego repitió la República Liberal hasta su derrocamiento, previo al asesinato de Gaitán. De herencia nos dejaron la Violencia, de la misma que sobreviven las guerras de hoy. Los ciudadanos en general deben estar muy atentos a no permitir que las voces que llaman al odio se impongan. Al contrario, bienvenidas las ideas debatibles, las que permiten soluciones entre diferentes. Y es hora de poner en evidencia a quienes exageran con su discurso hasta convertirse en verdaderas caricaturas de sí mismos, y que causarían risa si no estuvieran jugando con fuego.
