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Lamentamos tener que dar la noticia de que regresó la coca a Caldas. Esto se comprueba justo semanas después de que el departamento sacaba pecho porque había logrado la certificación de la ONU de estar libre de esta planta, pero la realidad es diferente. De nuevo en una zona de las que resultó más golpeada por el conflicto que se vivió en Caldas con mayor intensidad entre los últimos años del siglo pasado y la primera década del presente empiezan a sembrar y, peor, a procesar cocaína, lo que pone en riesgo a los campesinos de la región que lograron mantener al margen este elemento acelerador de los males y que se convierte en un atrayente de grupos armados de todo tipo y de delincuencia común.
Esto sería solo una anécdota si se tratara de algo tan fácil como que las autoridades lleguen hasta el lugar y erradiquen las matas que crecen, pero el problema es que esta realidad es el resultado de la falta de presencia del Estado. ¿Si LA PATRIA pudo llegar fácilmente hasta el lugar por qué la Policía y el Ejército no han atendido el llamado de los ciudadanos de la zona, a pesar de que por allí hay presencia permanente de soldados y de policías en diferentes labores? Es necesario que quienes se dicen autoridades asuman con mayor prontitud los llamados de los ciudadanos y que la ONU revise la metodología con que está certificando a las zonas libres de cultivos ilícitos.
Desde el momento mismo en que empezó a avanzar el acuerdo de paz con las extintas Farc, el Estado ha sido ineficaz para ocupar las zonas rurales que han sido golpeadas por la violencia en nuestro Departamento. No hace la gestión que le corresponde para generar desarrollo en estos lugares en donde vive la mayoría de víctimas del conflicto armado en nuestra región. Es más por la voluntad de los habitantes de estas zonas, por su deseo de vivir en paz y en la legalidad, que se vence a los violentos y no por la acción decidida de las autoridades.
Esta mala noticia, por desgracia, coincide con las amenazas a líderes sociales de la región, como las que se ha intensificado contra la Mujer Cafam, Ludirlena Pérez en La Dorada; la reaparición de estructuras armadas en algunas zonas y la presencia de grupos de delincuentes que parecían superadas. Ante estos hechos hay que elevar la voz de alarma y actuar con contundencia, pues la estrategia de minimizar y restarles importancia a estas evidencias solo hace que empeoren las cosas. El laboratorio de paz que pretende ser Caldas no se puede convertir en caldo de cultivo para que reaparezcan los peores delitos, y son los caldenses los que no quieren repetir historias de dolor y violencia.

Por esto llamamos la atención de la Gobernación de Caldas, de la Policía Nacional, del Ejército y del Gobierno Nacional para que asuman la responsabilidad que les corresponde. De nada sirve tener un documento firmado con la principal guerrilla del país para hacer la paz si las razones del conflicto se mantienen, y esto tiene que ver con el olvido de territorios por el Estado, que no invierte allí, que deja a los campesinos a la deriva y expósitos frente a los violentos, esos que llegan alimentando la siembra de coca y que luego protagonizan los desplazamientos, los asesinatos y la ocupación de los territorios. Caldas no puede permitir que se repita esta historia. Estas autoridades son responsables de la seguridad de los campesinos de la zona en donde reaparecen estos cultivos.