Vicente Luis Mora afirma, en su libro Construir lectores, que la juventud “nace sin conciencia cultural histórica” y transita en una “deshistorización”. Muchos jóvenes desconocen a las grandes figuras de la música nacional y de América Latina. Algunos, con aspiraciones a hacerse cantantes, sueñan con presentarse en Got Talent y La Voz; de ahí que su cultura musical “se reduce a la ultísima actualidad” repetida hasta el cansancio por locuaces locutores.

Por ello resulta significativo detenerse en el caso de Brasil y su música. Cerca del majestuoso edificio de la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro se levanta, como homenaje, un gran mural del cantante Gilberto Gil, de 81 años. Sus canciones forman parte esencial de la cultura brasileña y temas como Andar con fe y Vamos fugir siguen teniendo un amplio público: solo en Spotify cuentan con 4 millones de oyentes mensuales. Sus composiciones, inspiradas en el rock y la samba, conservan intacto su atractivo.

Hace menos de un mes falleció su hija, Preta Gil, de 50 años. Él recordó que, al bautizarla, escogió el nombre de “Preta” -negra en portugués-, pero el notario se negó a registrarla, alegaba que ese no era un nombre católico para una niña. El cantante replicó que así como había “Clara” y “Blanca”, era posible que hubiera “Preta”. Finalmente, el notario accedió a darle ese nombre, solo si lo acompañaba “María”. Y así nació Preta María.

Muchos músicos brasileños son oriundos de Salvador de Bahía, conocida como la Roma Negra. Caetano Veloso, también de 81 años, y su hermana son de esa ciudad y han creado unas de las más bellas composiciones del cancionero popular de Brasil.

La canción Reconvexo, que Caetano le dedicó a su hermana Bethania, trata sobre lo que es Brasil y transmite una fuerza cultural que puede llegar tan lejos como la arena del Sahara, la cual arropa los carros de Roma con una delicada capa de arena:

Eu sou a chuva que lança a areia do Saara

Sobre os automóveis de Roma

Eu sou a sereia que dança, a destemida Iara

Água e folha da Amazônia

Eu sou a sombra da voz da matriarca da Roma Negra

Eu sou a flor da primeira música a mais velha

Mais nova espada e seu corte.

[Soy la lluvia que lanza la arena del Sáhara

Sobre los automóviles de Roma.

Soy la sirena que baila, la intrépida Iara.

Agua y hoja del Amazonas.

Soy la sombra de la voz de la matriarca de la Roma Negra

Soy la flor de la primera música, la más antigua

La espada más nueva y su corte].

¿Qué seremos si no cultivamos la conciencia cultural de nuestro país, expresada en bambucos y pasodobles como Feria de Manizales o Flor manizaleña?

Artistas brasileños como Luis Gonzaga y Chico César han poetizado su pasado con bellas letras, sin prejuicios, mientras la samba goza de admiración mundial. La bossa nova creó una manera profundamente brasileña de amar. La bella música de Brasil -y agregaría la de Colombia- merecería una mayor ambición política, tanto de sus ciudadanos como de su élite, como en el pasado, cuando hubo el propósito de construir una nueva nación.