El que no sienta una devoción por el Departamento de Caldas es porque no lo ha vivido o porque solo ha mirado lo que publicistas con ánimo de lucro le han enseñado. Hay un Caldas asombroso a la espera de ser reconocido. Dentro de las siete maravillas caldenses yo enumeraría a Marmato y sus minas de oro que afortunadamente encontraron dolientes. Bernardo Álvarez, apoyado por el alcalde Carlos Alberto Cortés Chavarriaga, está empecinado en montar una ruta turística alrededor del oro para explotar ese filón único en el país.
Pude hacer un recorrido asombroso que iniciaba en el museo ubicado al pie de la Iglesia de Santa Bárbara en Marmato. Allí el profesor Deyro Castro Largo nos hizo una excelente y didáctica exposición de la geología de Marmato poniéndonos en contexto. Por un camino empedrado y centenario accedimos a un taller donde pudimos ver la fundición de 2 kilos de oro. Nadie nos requisó y los fundidores estaban complacidos de ver 15 caras asombradas con ese proceso. Sin la más mínima prevención, nos pasaban los lingotes que parecían unos celulares dorados. En Marmato no se ve una sola arma ni una actitud hostil. No cabe duda de que las hay y el que pretenda apropiarse de lo ajeno no tendrá éxito en su empresa. ¿Cuántos millones de dólares son extraídos de la entraña de la montaña? ¿Es verdad que Marmato mueve más riqueza que toda la cosecha cafetera de Caldas? Nos mostraron cómo era el proceso de triturado del material en tambores y cómo la roca granítica era convertida en talco para extraer hasta la última pelusa de oro.
Guardando una estricta seguridad laboral, que exige el uso de botas punta de acero, casco y guantes, pudimos continuar nuestra expedición y entrar a un socavón. ¡Qué maravilla! Doscientos metros recorrimos en un espacio reducido donde la temperatura aumentaba a la medida que avanzábamos. Pasaban los carreros empujando arrobas de material en destartalados vagoncitos y se sentía un fuerte olor a aventura mezclado con humedad y granito. Casi una hora duró esa marcha por una red de socavones que se dividían o se cruzaban. ¡Qué experiencia!
Me gustó ver que en Marmato tenemos un turismo más allá de lo que propone el trillado Paisaje Cultural Cafetero, con sus casitas de bahareque y sus consabidos cafetales mojonados con coloridas chapoleras.
Lucha Bernardo, el custodio de un patrimonio industrial, contra varios oponentes: en Marmato, todo gira alrededor del oro, y nadie tiene interés en otra cosa que no sea ser partícipe de esa permanente fiebre. Y por el otro lado, pesa sobre la iniciativa de este activo soñador el PCC, ya que nuestra mentalidad monofónica no percibe otra cosa que el turismo cafetero, avistamiento de aves y yipetos. Así que Bernardo mezcla, innecesariamente, café con oro, quiere mostrar pájaros y poner una ruta de arriería, para ajustarse a los parámetros del turismo habitual, perdiendo el enfoque del oro, que no requiere de ningún otro aditamento. Marmato es único en muchos sentidos y su karma es la minería, que en sí es una cultura, tan digna e interesante como la declarada por la UNESCO.