En días pasados estaba yo con el presidente de la Asamblea de Caldas, Hernán Alberto Bedoya, recapitulando la ordenanza 1.000 y cómo me parecía un logro todo el despliegue que él le dio y cómo esa atención movió a los riosuceños. Me comentó que él estaba apoyando a Felipe Córdoba para la Presidencia. Me sorprendió que él no esté a la espera del candidato del Partido Liberal y participar en bloque en la contienda, si no que tenga una preferencia distinta.

Analizando a ambos, vi que había similitudes que sustentan esa amistad, más allá del pacto político. Son hombres jóvenes e independientes sin el interés de desquiciar el sistema, guiados por un sentido práctico. No hay afán de innovar, sino de mostrar cosas bien hechas; ellos buscan la solidez en vez de los likes. Bedoya ha hecho una carrera política alimentada con trabajo y persistencia; Córdoba le lleva cierta ventaja en ello, ya que su plaza es Bogotá y no su natal Pereira.

Estos hombres nuevos no son tecnócratas pegados de la norma o la tecnología y distan de estar locamente cazando votos, se me hace que están conscientes de que tienen tiempo y que las conjunturas están a su favor. A pesar de la mala fama que tienen los políticos, estos hombres están orgullosos de su trabajo y les duelen las críticas severas y el rechazo genérico de la gente. Son buenos lectores, interesados en muchos temas, pero su escuela es la misma política en la que se mueven con facilidad, guiados por su don de gentes y su conocimiento de la maquinaria.

Ambos son pragmáticos y carecen de impulsos utópicos, parecen viejos por su forma paciente de ver las cosas, saben moverse o esperar otra oportunidad. Como manejan muchos temas, se les ve siempre ocupados y atareados, dando la impresión de desespero. Más su brújula interior los guía por el agua revuelta de la vida política colombiana.

Pienso que un hombre como Córdoba, inscrito ante la opinión pública como uno de los casi 100 precandidatos, puede hacer un papel interesante a pesar del difícil juego. Llamará la atención del país un candidato que se enfoque en los problemas de Colombia y no en los protagonistas. Hay un vacío ideológico en el centro y hay abundancia de ideologías en la izquierda. Esa falencia es urgente llenarla, no solo para tener una bandera, sino unos lineamientos para poder trabajar en la construcción del país.

La izquierda tiene respuestas para todo, el centro no. ¿Cuáles son los ideales del centro más allá de seguridad, educación, salud, justicia, vivienda y empleo? ¿Qué más va a hacer el centro, yo no hablo de derecha, eso es otra cosa muy diferente que, dentro de la polarización que vive Colombia, esa palabra tuvo una gran acogida, con Colombia? ¿Desarrollo a toda costa? ¿Hacer subir índices económicos? Aquí hay un campo grande para trabajar y el elector es consciente de que el país requiere de un candidato inteligente y engastado en un plan ágil y atractivo, ya que el país está cansado de los políticos estridentes que operan como divas baratas buscando el escándalo, para llamar la atención.