Hace poco me reuní con un colega columnista de La Patria, con Augusto Morales, y entre los temas que afloraron uno fue el futuro del diario en el cual escribimos con nostálgica pasión. Le expliqué que con los periódicos pasará lo mismo que con el cine y los tocadiscos, que no salen de moda a pesar de que el mundo entero vaticiné su desaparición.

¿Hay un placer más especial que leer por la mañana el periódico? A mí, y creo que, a muchos, nos gusta recogerlo en la puerta y tomarnos un tiempo; a pesar de que las mañanas son sinónimos de prisa, ojearlo y dejarnos encantar por la secuencia de las páginas, estructuradas de tal forma que cada una, inclusive la de los clasificados, tiene su propia personalidad.

Es como un ritual o tal vez un juego que cada día se repite, donde los papeles están asignados, cambia y sorprende esa la noticia: la portada a color y en letra grande que atrae la mirada, la segunda página ya lo lleva a uno a otro tema y así se van sucediendo las secciones del diario, inteligentemente armado, manteniendo la atención del esquivo lector.

Los diarios colocan a sus lectores, de forma afable y verídica, en contexto; a partir de ese instante, lo individual y lo subjetivo con que uno miraba esas páginas en la mañana, desaparece y se posesiona lo colectivo y la comunidad, el lector deja su aislamiento y se sumerge en la ciudad o en el país. Se entera de lo que hizo el mundo mientras él dormía. Eso es vital y eso no lo remplazarán los medios digitales.

Le insistía a Augusto que tal vez los editores de periódicos no están conscientes de esa fortaleza y le temen a las tecnologías y a la juventud. Creo que no le han hecho campaña a la suscripción desde ese ángulo. El ser humano es un ser adicto a los rituales y los protocolos. Ir al cine es más que el hecho de ver una película, lo mismo aplica para los periódicos.

El valor más destacado de esas instituciones es que ayudan a las comunidades a realizar una digestión social sin la cual no se asimilan los nutrientes sociales y no hay crecimiento. Sin los periódicos, las sociedades no llegan a conocerse, nunca se verán en un espejo y determinar su valor. Ellos son útiles, ellos son importantes y me imagino que el Estado, si la crisis continúa, los subvencionará, porque su labor no la remplazarán los informativos digitales que pululan en el medio.

Los periódicos tienen otro punto muy valioso: se trata de la confianza del lector. Lo que anuncia La Patria es cierto, ya que su profesionalismo es tan sólido que la noticia falsa o armada, no tiene cabida y eso es definitivo para mí. ¿Qué gano con oír una noticia y dudar de su veracidad, ya que proviene de una fuente frágil?

Nuestros periódicos son una especie de patrimonio, al igual que frondosos árboles que hay que protegerlos para que nos sigan brindando sombra.