Cuando se armó este departamento, hace más de 100 años, se tomaron regiones pertenecientes a territorios que ya habían consolidado una cultura y que, una vez unidos bajo una nueva administración política, vienen en un proceso de consolidación que no ha sido percibido como tal. En Caldas la diversidad se ha vuelto más un tema de antagonismo que una fortaleza, desgastándose en discusiones bizantinas y baladíes. Es cierto decir que Antioquia y Cauca son los principales donantes de nuestro ADN cultural, brindándonos una gran cantidad de elementos que esperan a ser puestos en acción y producir algo nuevo, algo nuestro.

En Caldas, y no nos hemos dado cuenta, se conjugan en la cultura muchísimos matices de nuestros ancestros españoles, americanos y africanos. Ese patrimonio lo desconocemos, porque lo ignoramos, porque no somos conscientes de él.

La política cultural del departamento, en su afán de cumplir democráticamente, ha dispersado su esfuerzo, dejando de lado el proceso cultural que viene haciendo la región hace varias generaciones. Ajustándose a los lineamientos provenientes del gobierno central en Bogotá, que no está al tanto de la cultura de cada una de las regiones del país, que promulga acciones generales, los funcionarios locales quedan envueltos en otras dinámicas que atrasan la consolidación de una cultura caldense genuina.

A esto se le suma la nefasta presión que ejerce el turismo como presunto sustento económico de la cultura. Es muy común ver la confusión de conceptos ignorando que la cultura tiene un fin muy diferente al de estar al servicio de los visitantes que están unas pocas horas en un pueblo. Poner a la cultura a cumplir los lineamientos de esa industria es destruirla a cambio de facturar unos pesos. Que un evento cultural atraiga turistas porque quieran verlo y disfrutarlo es correcto, pero el patrimonio les pertenece a nuestros descendientes y debe cuidarse para que lo podamos trasmitir intacto a la generación que nos sigue.

Muchos caldenses creen que con ir al evento están viviendo nuestra cultura; eso no es cierto. La razón es sencilla. El evento es simplemente el acto donde se expresa un proceso mucho más complejo, en el que se dan cita las diversas influencias enunciadas más arriba. Nos hace falta conocer los orígenes y la historia de los eventos culturales nuestros para entender quiénes somos.

Daré unos ejemplos sencillos: El Carnaval de Riosucio. Pregunta: ¿Los gestores culturales en Manzanares conocen, más allá de la fecha de cuando se lleva a cabo, la esencia de esa gran expresión cultural? ¿Saben ellos de la riqueza que tiene todo el departamento con ese evento? Igualmente, pregunto: ¿Los matachines del Ingrumá saben de los valores del pasillo que se enaltecen en el Festival de Aguadas? ¿Y las fiestas menores de los otros 25 municipios las estamos dimensionando en forma?

Nos debemos apropiar de todo el departamento por medio del conocimiento. Es urgente la promoción de la cultura nuestra, no para atraer a turistas, sino para enriquecernos nosotros mismos con ese patrimonio.