El 6 de agosto de 1881 nació en Londres el doctor Alexánder Fleming, que murió honrado en 1955. Este médico británico había quedado impresionado por el dolor de la guerra, pues participó en 1914 en la primera guerra mundial con sus conocimientos profesionales. Enfrentó el poder destructor de las bacterias que se extendían en los campos de batalla matando miles de soldados junto a las balas.
Se dio a la investigación buscando atacar las bacterias en los cuerpos sin afectar los glóbulos blancos. Un día encontró una respuesta en la defensa de un hongo vegetal frente a atacantes destructores. En 1928 descubrió la penicilina, que tanto bien ha hecho a la humanidad. En 1945 recibió el premio Nobel de Medicina y se le nombró como uno de los benefactores de la humanidad.
Otro 6 de agosto, el de 1945, la noticia fatídica y preocupante se difundió: Sobre la pujante población de Hiroshima, en Japón, centro industrial y cultural, a las 8:15 de la mañana un avión de combate dejó caer sobre esta ciudad la primera bomba atómica que destruyó parte de la ciudad y dejó más de 140.000 muertos y miles de heridos. Desde la altura y regiones vecinas se vio surgir una inmensa humareda como dolor de muerte, que se levantó como un inmenso hongo, con entrañas de muerte, dolor, gritos de horror.
Dos hongos con efectos distintos: Uno llevó al descubrimiento de la penicilina y otro descubrió lo oscuro del corazón humano cuando no sabe dialogar, buscar la paz, hacer pausas oxigenantes para no herir el amor y la esperanza; es verdad que la bomba atómica apresuró la firma del cese de la guerra, pero nunca ha logrado borrar el miedo diario a la vileza, el golpe orgulloso del poder, la sordera ante el clamor de justicia, amor apertura a la esperanza y pare a la destrucción.
Ante el hongo destructor está el hongo constructor de vida y liberación del poder destructor de las bacterias.
El 6 de agosto el cristianismo celebra la fiesta de la Transfiguración, realismo vital propiciado por el Señor para enseñar a sus discípulos y a todos que si son ciertos los hechos de dolor, de rutina, de horas opacas, es también verdad que existe la luz, la vida nueva, la belleza de la vida, el esplendor de la Gloria.
Oscuridad y luz, dolor y placer, derrota y triunfo, todo esto se encierra en la Transfiguración como la semilla que brotará en floración de la belleza.