Estuvimos en Washington presentando no solo ante Almagro, secretario general de la OEA, sino también ante Congresistas y algunos centros de pensamiento lo que parece una nueva versión sobre lo que vivimos los colombianos.
Fuimos muchos quienes quedamos sorprendidos ante los comunicados de varios organismos multilaterales a propósito de la elección del fiscal general. Mientras en Colombia lo que se percibía era un ambiente hostil contra la Corte Suprema de Justicia impulsado por el Presidente; los comunicados recogían lo que conocemos cómo la versión del Presidente Petro. Mientras veíamos el asedio violento -con banderas del M-19 que recordaban la toma del palacio de justicia y el asesinato de los magistrados-; los comunicados conminaban a la Corte a cumplir la ley. Mientras presenciábamos una presión indebida de un presidente -con causas penales contra su hijo, su hermano y su campaña- exigiendo su propio fiscal; se hablaba de un golpe de Estado.
El presidente ha venido insistiendo en que no lo dejan gobernar. Sostuvo que los poderes de la presidencia no eran tan poderosos cómo los esperaba. En qué le quieren dar un golpe, uno blando, uno duro.
Me parece que al presidente le molestan los límites institucionales, le estorban las leyes que no comparte, le tallan las decisiones judiciales adversas, le incomoda todo aquello que no esté alineado con su propósito, y le parece que no tiene porqué someterse. Si decretan la nulidad de una elección de un Congresista de su partido es abusivo, si le tumban una norma por inconstitucionalidad, lo están obstruyendo, si las cosas no suceden en sus tiempos están abusando. He dicho que el presidente quisiera ser emperador.
La cuestión no es menor. Empezó con la denominación de golpe blando y luego dio lugar a comunicados por el Consejo de Estado; ahora va en el llamado a la protesta. Pareciera que busca repetir el paro nacional, y en medio del caos, vencer todos los frenos y contrapesos institucionales que lo limitan.
No sorprende la estrategia porque fue la que Petro usó en la alcaldía. Cuando hubo las firmas para convocar la revocatoria; ese problema político, lo enfrentó con ferocidades y triquiñuelas jurídicas. En tanto que, las decisiones judiciales en su contra las confrontó, entonces, como ahora, con manifestaciones.
Lo cierto, es que en Colombia hemos visto cómo el Presidente viene subiendo el volumen contra la rama judicial. Habla de golpes y convoca cómo quien se prepara para lo peor. A esa mala actitud, se le sumó una adicional: el ELN cómo socio estratégico de la movilización del pueblo.
No vi que el presidente rechazara el ofrecimiento y esto es lo más preocupante. ¿Se trata de la combinación de formas de lucha? ¿Acaso usarán las armas para nutrir las lánguidas manifestaciones a favor del presidente? ¿Es esta la continuación del pacto de la picota, en una nueva versión? ¿impunidad a cambio de apoyo?
Lo cierto es que esperamos que nuestro viaje a Washington sirva para que las versiones sobre Colombia sean más amplias. Incluyan nuestras preocupaciones, que sabemos son las de muchos. Será sin duda el primero de varios viajes, pues siento que es definitivo prevenir que la falta de información en el exterior sirva para que el presidente reciba un respaldo internacional no solo inmerecido, sino peligroso. Tal respaldo solo pudo ser posible por una mala interpretación de lo que estamos viviendo, y alienta al presidente a seguir por una senda inconsciente y peligrosa.