Empezamos un año lleno de preocupaciones, la gran mayoría afincadas en las decisiones erráticas y equivocadas del Gobierno. Será, sin duda, un año difícil.
La perspectiva de crecimiento económico no es alentadora. Malos crecimientos generan pobreza y desempleo. Tiene que ver con la excesiva reforma tributaria del Gobierno que colocó a Colombia como uno de los países con mayor impuesto a las empresas. Ahora, hablan de ponerle más impuestos a las personas naturales que tampoco dan más. Es cierto que en Colombia muy pocos pagan impuestos, pero los que ya pagan no dan para aumentos. Ampliar la base tributaria, como lo propuso el exministro Carrasquilla, sería ridículo para este Gobierno, pues esa medida llevó a la convocatoria del paro nacional por el entonces senador Petro.
Muchos sectores económicos afectados. Empezamos por la modificación del programa ‘’Mi casa ya’’, que ha generado un gran impacto en la construcción. Pasamos a los problemas del sector energético que van desde la prohibición de nuevas exploraciones -para concentrarnos en sacar el petróleo y gas venezolano- y que sirve para altruistas discursos a Petro en el escenario internacional. Seguimos por los cobros excesivos impuestos a las energías alternativas y a las hidroeléctricas, y también a las petroleras -aunque este a último lo tumbó la Corte Constitucional. Pero sobretodo un sector amenazado por la inseguridad jurídica que causan las extrañas decisiones.
Ponen en jaque la soberanía energética del país en un momento donde las naciones están preocupadas por mantenerla. Hablan de intervenir las facturas de servicios públicos desconociendo el esfuerzo nacional por mantener el asunto fuera de la política, y los pésimos resultados que dejaron la politiquera intervención sobre el SOAT.
El problema del bajo crecimiento irá acompañado, como es previsible, de mayor desempleo e informalidad y, seguramente, un aumento de la pobreza. Vale la pena señalar la contracción que han causado los impuestos saludables en los estratos más pobres, es un motivo de preocupación. No es claro cuáles serán los productos sustitutivos y tampoco si estos serán más saludables.
La pobreza en Colombia sigue siendo demasiado alta. No deberíamos tener ningún pobre extremo. Los subsidios han sufrido modificaciones que ni los usuarios entienden y los problemas inician desde el giro.
Preocupa, sobretodo, el efecto de la reforma a la salud sobre la calidad de vida de los colombianos. Puede que logremos hundir el pésimo proyecto en el Congreso, pero el Gobierno está llevando el sistema a una “crisis explícita”. El sector salud es otro en cuidados intensivos. Representa algo cercano al 10% del PIB;ha sido un sector importante para que los ciudadanos pobres tengan acceso a la salud, y los primeros afectados serán ellos.
La informalidad constituye como uno de los retos más difíciles. La sostenibilidad del sistema pensional depende de que avancemos en esta materia. El Gobierno parece ignorar de tajo el problema. Sigue en un discurso para favorecer los pocos trabajadores de grandes empresas que son una pequeña minoría. Quiere usar el ahorro pensional para pagar pensiones actuales y en 2070 tendríamos los fondos completamente vacíos. Las nuevas generaciones nacerían con una deuda impagable.
Será un año difícil. Debe servirnos para madurar políticamente. Rechazar el populismo que consiste en proponer soluciones fáciles a problemas difíciles. Ojalá este tránsito doloroso nos dé el conocimiento para apostar por el trabajo, el esfuerzo colectivo y a rechazar el populismo en todas sus formas, para preservar lo que hemos logrado y a elevar los ajustes necesarios para mejorar la vida de los colombianos.