Dicen que el poder transforma a las personas, que pocos gobernantes son capaces de tenerlo sin transformarse en un ser ajeno, convencido de que es sobresaliente, incapaz de reconocer sus fallas. Sumido en los delirios de su grandeza que es alentada por un círculo cercano que le proporciona la seguridad que solo el espejo de la reina en Blancanieves sería capaz de dar: eres el más bello y el mejor.
Petro parece haber adquirido la enfermedad en uno de los grados más críticos. Está enloquecido de vanidad. Y Laura Sarabia, según dicen, se ha convertido en el espejo que le muestra una imagen del tamaño de su ego. Basta ver como manda a hacer un documental de su vida y postea fotos. Responde con poemas de ningún valor, ni literario ni intelectual, pero grandilocuentes, llenos de frases de cajón con los que se autoconsagra como el líder del pueblo colombiano. Pero no de todos, porque en su delirio considera que los colombianos que no se ajustan a su visión de país, no hacen parte del pueblo, sino que son los enemigos que deben derrotarse.
Esos colombianos, nosotros, que lo criticamos, estamos llenos de malos sentimientos, malas intenciones, poderes perversos. Y él, Petro, está llamado a combatirnos. Él es el único intérprete, el único que sabe lo que quiere el verdadero pueblo colombiano y los demás somos los malos.
Las marchas multitudinarias de la oposición no fueron debidamente registradas ni medidas por nadie, resultaron reducidas por el presidente, que optó por decir que éramos 250 mil en todo el país. El tema sería una anécdota de un gobernante en negación, pero es más que eso. Quiere iniciar algo como una guerra de marchas. Abusivamente se tomó las marchas del 1 de mayo que tradicionalmente son masivas en todo el país. Les sumará un esfuerzo estatal, saldrán los contratistas y funcionarios para no perder sus cargos, traerán comunidades del CRIC rellenas de recursos y uno que otro petrista. Se trata de un autohomenaje; que lo reivindique, que lo exalte, que lo aplauda. Pero no surge espontáneamente, sino que es como lo he dicho, un nuevo pésimo poema de autoexaltación. Si el presidente quisiera poner a prueba su popularidad iría a elecciones.
Mientras vivimos en este delirio del presidente, el país padece una crisis de seguridad que día a día se agrava ante la negligencia o el beneplácito del Gobierno. Mientras siguen liberando criminales para que negocien pasan cosas terribles. Estamos viendo crecer las cifras de asesinatos, ciudadanos picados, retenes en las vías, reclutamiento de niños, toma de pueblos… y nos enteramos de los planes para el retorno del secuestro de diputados, cómo quien se entera del clima.
Enfrentamos una crisis económica que se profundiza por la incertidumbre, el fantasma de la expropiación de Sanitas y el ataque a todo el sector privado. El proyecto estatista -que ya fracasó en Colombia cómo en muchos países latinoamericanos- parece venir con toda su fuerza. Tienen la consigna de que no haya sector privado en la salud, ni en las pensiones, ni en la generación de energía, ni en los servicios públicos, ni en las obras públicas. Son señalados por el pecado de hacer utilidades, tener ánimo de lucro. Ese modelo estatista es el preludio de mucha pobreza, ineficiencia y, sobretodo, de superpoderes estatales. Un Estado ultra poderoso del tamaño del ego de su gobernante. Vienen tiempos muy duros.