En una gota de lluvia o en cocuyo, Lucio Chiquito Caicedo vio siempre una central hidroeléctrica en miniatura. Modelo 1916, su primer diálogo  con el agua lo tuvo cuando de niño se zambullía en el río Pance de su Cali natal.
En la celebración de los 70 años de Empresas Públicas de Medellín, cuando el ingeniero hidráulico apareció en silla de ruedas, lo recibió un Niágara de aplausos. Agradeció el homenaje. Dos consejos suyos: Agradecer siempre por algo; hacer el trabajo con amor y entusiasmo.
Chiquito asistió  al parto del primer kilovatio que produjo EPM.  La represa de Hidroituango tiene su marca.  Estuvo en la fundación de Integral, Camacol, Sedic, el Club Rotario, la Escuela de Ingeniería…
Acuatizó en Medellín un mes bonsái, febrero de 1936. Tenía 20 años. Mientras llega la rectificación digamos que este gran ingeniero, antípoda de su apellido Chiquito, es 50% antioqueño, en la medida en que su taita nació en Quinchía, Risaralda, que  en ese tiempo pertenecía a Antioquia.
Llegó a Medellin reventando bus, bestia y tren. Su padre, maquinista de esa nostalgia de hierro llamada Ferrocarril del Pacífico, lo instó a estudiar en la Escuela de Minas. Lo acompañaba una beca de 25 pesos mensuales que le alcanzaba hasta para fornicar.
Llegó acompañado de su primer amor, o mejor, el segundo, las matemáticas. Para él las matemáticas han sido un paseo de día entero. Gracias a Joaquín Vallejo Arbeláez enseñó ese “arte”, álgebra y geometría  en el Centro Educacional Femenino de Antioquia, CEFA. Y en la Facultad de Minas, de donde fue egresado. Enalteció el oficio de maestro.
Bachiller del colegio Santa Librada, se formó en matemáticas y estadística superior en Oxford. La Universidad de Texas lo recuerda como uno de sus alumnos aventajados.
Es máster en Ciencias e Ingeniería de la Universidad de Manchester.  A los 104 años repitió diploma en este encopetado centro. Que no falten estudios de filosofía y lógica. No lo patean Descartes ni Francis Bacon. Tampoco le eran extraños Calderón de la Barca, Lope de Vega o Menéndez y Pelayo. El maestro Pedro Nel Gómez le compartió secretos para dibujar  y Luis de Greiff, de la famosa dinastía, lo pulió en matemáticas.
Fue calígrafo aventajado. En letra Palmer hacía sus tareas con encabador y tinta negra. Debió pensar que el que solo sabe de ingeniería, ni ingeniería sabe. Y se le midió a todo. ¿Da Vinci  no se interesaba hasta por los pájaros carpinteros? Da envidia perversa repasar la intensa hoja de vida de Chiquito, de quien el periodista Jota Enrique Ríos ha sido biógrafo afortunado.
A los 109 años que cumplió el 22  de mayo, de Chiquito se puede decir que vivió de una vez todas sus vidas. No se le quedó nada entre el tintero al hombre-kilovatio.