En 19 fechas de Campeonato, Once Caldas nunca estuvo dentro de los ocho. Faltando una, tiene tenue vida, aunque debe llover para arriba, lo que revela las bondades de un sistema que premia fácil, en el que cualquiera gana y en el que un equipo clasifica haciendo 30 puntos de 60, es decir, con un rendimiento del 50%, o menos.

Obviando la opción, sujeta a milagros inesperados, con un triunfo visitante sobre Cali este jueves que parece improbable con el actual rendimiento, Once Caldas se quedaría por fuera con 29 puntos pagando tributo al desinterés del comienzo cuando se le hizo el feo a la Liga, decisión absurda del técnico sin que nadie interviniera para que corrigiera.

Como olvidar cuando puso a descansar el plantel principal después del 0-3 en Bolivia ante el débil San Antonio y llevó los suplentes contra Fortaleza cayendo 2-1. Patética su respuesta después en rueda de prensa: “lo importante es la Suramericana”. Pasó lo mismo ante Alianza en el empate 0-0 y frente al América en la derrota 2-1.

Ahí están los puntos que ahora faltan. Pecó en la gestión de la nómina, fue demasiado conformista y eso lo llevó a ignorar sistemáticamente el resto, lo que termina por condenarlo. Nunca lo entendí, se creyó ganador de la Copa por la emoción del momento, y perdió. Se dejó contagiar del ambiente, de los aplausos de la tribuna y de los estímulos del patrón.

Tan duro el impacto, que tras esa ominosa noche del 24 de septiembre desapareció el encanto. Lo demás fue Troya: recriminaciones internas, división del grupo, cero trabajo sicólogico para recuperar la confianza, versiones, chismes y el nivel deportivo por el piso frente a la indiferencia y el silencio del Club.

Ahora se sabe que Jerson Malagón no quiere seguir por desavenencias con el Arriero y que James Aguirre está incomodo, y busca equipo. Felipe Gómez pasó de primer suplente a no convocado en juegos anteriores, mismo caso de Quiñones, además del trato discriminatorio hacia Alejandro García y otros detalles que traslucen un vestuario con dificultades.

Todo confluye en el funcionamiento. Contra Pasto, un Once Caldas sin determinación, apenas con intentos (había que golear), permitiendo inclusive que le quitarán la pelota en el complemento. Un equipo con el alma rota, diferente al alegre, motivado y convencido que sorprendió gratamente y brilló hasta hace mes y medio.

Herrera dijo: "tengo contrato indefinido, me voy cuando quiera, o cuando ellos lo decidan", una ratificación, como se sabe, del apoyo irrestricto de Jaime Pineda. También cuenta el respaldo popular, y lo ha perdido. La tribuna ya le cantó el adiós y le agradeció. No me choca su permanencia, pero si debe explicaciones. Fue terrible su manejo durante la crisis.

El Arriero es, además, un hombre con poca autocrítica, y reconocer es el primer paso para recomponer el proyecto. Quedó la sensación de que fallaron liderazgo y autoridad en etapas determinantes. Se movió a lo largo de la campaña en un escenario triunfalista, sin medir consecuencias ni riesgos, y hoy se ve abatido y derrotado.

Recordándole que no se vive del pasado. Ya el domingo habló de sus logros anteriores, todos valiosísimos: lejos del descenso, la final que no se dio, el camino brillante sin más en la fallida Suramericana y las tres clasificaciones previas. ¡Qué pasó entonces esta temporada? Las vitrinas se adornan con trofeos y los escudos con estrellas.

Hasta la próxima...